
Cuando La comunidad del anillo se estrenó en 2001, una frase resonó en la mente de los espectadores con voz etérea y solemne: “El mundo ha cambiado. Lo siento en el agua, lo siento en la tierra, lo huelo en el aire”. Así daba inicio una de las trilogías más ambiciosas en la historia del cine, y lo hacía con un prólogo narrado por Galadriel (Cate Blanchett) que establecía el conflicto, los personajes y la mitología de la Tierra Media. Sin embargo, recientemente Peter Jackson reveló que esta icónica introducción casi no llega a la pantalla grande. De hecho, fue lo último que escribió y rodó para la película, y en algún punto consideró eliminarlo por completo.

Lo curioso es que ni en los libros de J.R.R. Tolkien existe una apertura como la que vimos en la adaptación cinematográfica. El Señor de los Anillos comienza en la Comarca, con Bilbo preparando su fiesta de cumpleaños número 111. La historia del Anillo Único, su origen y la guerra contra Sauron se cuenta en apéndices o se deduce en fragmentos. Jackson, consciente de que debía presentar un mundo complejo a una audiencia que quizás no conocía los libros, optó por una apertura más explicativa y cinematográfica.
A pesar de que el estudio, New Line Cinema, pidió una escena inicial de apenas dos minutos, Jackson insistió en extenderla a siete. Para lograrlo, pensó el prólogo como un cortometraje autónomo con una estructura clásica de tres actos y un protagonista claro: el Anillo Único. Desde su forja en manos de Sauron, pasando por su traición a Isildur y su paso por Gollum, hasta su llegada a Bilbo Bolsón, todo quedó condensado con ritmo, claridad y una atmósfera que marcó el tono de toda la trilogía.

Los cambios respecto a la obra original fueron varios. La famosa frase inicial, por ejemplo, no fue escrita para Galadriel, sino para Bárbol, el ent de Las dos torres. Y la narración misma pasó por varias voces: se consideraron Frodo o Gandalf, pero finalmente se optó por Galadriel por su antigüedad, sabiduría y conexión directa con los eventos narrados.
Peter Jackson estuvo a punto de cortar la escena. Fue el estudio quien, en un giro inesperado, le insistió en conservarla. Hoy, ese fragmento es un ejemplo de cómo una apertura puede definir el alma de una saga, y de cómo una decisión aparentemente menor puede convertirse en leyenda.