No muchos lo saben, pero antes de las películas de Peter Jackson existió una versión animada de 'El Señor de los Anillos' hecha por Studio Ghibli
Santiago Díaz Benavides
Casi nadie conoce mi primer nombre, pero todos saben que tengo un homónimo español que escribe thriller. Me obsesionan las películas sobre el fin del mundo y tengo una particular debilidad por el cine de M. Night Shyamalan.

Un vínculo casi olvidado entre la Tierra Media y el estudio japonés que revolucionó la animación.

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Antes de que Peter Jackson inmortalizara la Tierra Media con su trilogía de acción real a comienzos del siglo XXI, el universo de J.R.R. Tolkien ya había sido adaptado al cine en una serie de producciones animadas que, aunque olvidadas por el gran público, tienen una conexión sorprendente con Studio Ghibli, el icónico estudio japonés fundado por Hayao Miyazaki.

Todo comienza en los años setenta, cuando el estudio estadounidense Rankin/Bass, especializado en animaciones televisivas, se alió con la compañía japonesa Topcraft para producir dos películas basadas en la obra de Tolkien: El Hobbit (1977) y El Retorno del Rey (1980). Estas versiones, hoy consideradas de culto, ofrecían una visión particular del mundo de Tolkien, con una animación que combinaba sensibilidades occidentales y orientales de manera poco armónica, razón por la cual fueron mal recibidas por la crítica y el público.

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Lo que pocos saben es que Topcraft sería, pocos años después, el germen de lo que se convertiría en Studio Ghibli. En 1984, Hayao Miyazaki estrenó Nausicaä del Valle del Viento, un largometraje que, aunque no lleva el sello de Ghibli, es considerado por muchos como su verdadero punto de partida. La película fue realizada por Topcraft, y el éxito del proyecto motivó a Miyazaki a fundar su propio estudio al año siguiente, llevándose consigo al 70% del personal de Topcraft. La compañía japonesa, sin recursos ni personal, cerró sus puertas en 1985.

Aunque Miyazaki no participó directamente en las adaptaciones de Tolkien, su equipo sí. Ese linaje técnico y artístico conecta las primeras representaciones animadas de la Tierra Media con el estilo que más tarde definiría a Ghibli: paisajes envolventes, atención meticulosa al detalle y un profundo sentido del humanismo narrativo.

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Paradójicamente, el propio Miyazaki ha expresado reservas hacia la visión moral de El Señor de los Anillos. Aunque reconoce El Hobbit como una de sus lecturas infantiles favoritas, ha criticado la representación de la violencia en la obra, especialmente el tratamiento de los orcos como figuras desechables. “Como los orcos son malos, se pueden matar por miles sin culpa. Eso es típico del cine americano”, ha dicho.

Hoy, esas primeras películas animadas pueden parecer piezas menores en comparación con el legado de Jackson o el prestigio de Ghibli, pero representan un momento clave en la historia de la animación: el cruce de caminos entre la fantasía occidental y la sensibilidad japonesa. Una colaboración que, aunque breve y disonante, sembró las semillas de uno de los estudios más influyentes del cine mundial.

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