"Es el actor más débil": Quentin Tarantino asegura que este actor de 'The Batman' arruinó este western que podría haber sido su película favorita del siglo 21
Santiago Díaz Benavides
Casi nadie conoce mi primer nombre, pero todos saben que tengo un homónimo español que escribe thriller. Me obsesionan las películas sobre el fin del mundo y tengo una particular debilidad por el cine de M. Night Shyamalan.

El director de ‘Pulp Fiction’ sorprendió al revelar qué le impidió ubicar 'There Will Be Blood' en el primer lugar de su ranking del siglo.

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En más de dos décadas, Quentin Tarantino ha hablado con devoción —y sin filtros— sobre las películas que considera fundamentales del nuevo siglo. Pero cada tanto deja caer una bomba que remueve a la cinefilia, como ocurrió en su conversación con Bret Easton Ellis, donde volvió sobre There Will Be Blood, el monumental drama de Paul Thomas Anderson que él mismo llegó a catalogar como una obra casi perfecta. Casi. Para Tarantino, la épica petrolera protagonizada por Daniel Day-Lewis habría podido ocupar el primer lugar en su lista de lo mejor del siglo XXI si no fuera por un único elemento que, según él, la desbalancea por completo: la actuación de Paul Dano.

La afirmación, provocadora en esencia, no surgió de la nada. Tarantino situó la película en el puesto número cinco de su ranking personal —encabezado por Black Hawk Down y seguido por Toy Story 3, Lost in Translation y Dunkirk—, pero aclaró que el filme de Anderson habría alcanzado la cima “si no tuviera un defecto gigante”, en palabras suyas. Ese supuesto defecto sería Dano, quien interpretó originalmente a Paul Sunday y, de improviso, terminó encarnando también a su hermano gemelo Eli, una decisión de último minuto que lo dejó sin tiempo de preparación y enfrentado a Daniel Day-Lewis en uno de los papeles más intensos de su carrera.

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Tarantino no se quedó solo en matices. Dijo con una rotundidad que solo él suele permitirse: “Es weak sauce, el eslabón débil. El más débil de SAG”. Y añadió que actores como Austin Butler habrían elevado el duelo interpretativo hasta convertir la película en una cumbre absoluta del siglo. La crítica, como suele pasar cuando se trata del director de Kill Bill, encendió la discusión en redes, tanto por su crudeza como por su lectura del equilibrio narrativo del filme, que él considera un “two-hander” fallido: una obra que debería sostenerse sobre dos interpretaciones igual de poderosas, pero que queda inevitablemente inclinada hacia el lado de Day-Lewis.

Lo interesante es que esta no es la primera vez que Tarantino expresa reservas sobre Dano en este título. Ya lo había descrito como una “solución de compromiso”, reconociendo que la producción lo arrojó a una situación casi imposible. Y, por contraste, el propio Day-Lewis ha defendido a su colega en numerosas entrevistas, así como críticos y actores que consideran que el fervor casi histérico del predicador Eli Sunday es, precisamente, una de las claves del tono febril de la película. Dano, de hecho, fue nominado al BAFTA por esa misma interpretación, un dato que no suele emerger en estas polémicas.

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A la distancia, mirando su filmografía posterior —12 Years a Slave, The Fabelmans, Little Miss Sunshine, The Batman—, Dano parece haber dejado claro que aquella experiencia temprana, tan abrupta como exigente, no impidió que se consolidara como uno de los actores más respetados del circuito independiente y de Hollywood. Lo que sí queda abierto es el eterno debate sobre la lectura tarantiniana: ¿la película habría sido mejor si el contrapeso frente a Day-Lewis hubiese recaído en un actor con más presencia física o energía dominante? ¿O la incomodidad que genera Dano es, precisamente, parte del combustible emocional que hace tan perturbadora la historia?

Mientras Paul Thomas Anderson avanza con One Battle After Another, su proyecto más reciente y quizá su mayor aspirante al Óscar, los seguidores del director tendrán que decidir por sí mismos si, como dice Tarantino, There Will Be Blood quedó lastrada por un “actor débil” o si, por el contrario, el retrato de un predicador atrapado entre la fe y la ambición se sostiene como una pieza integral dentro de un clásico moderno. Lo que está claro es que, una vez más, Tarantino logró lo que mejor sabe hacer fuera de sus películas: encender una discusión que nadie vio venir, pero que hoy vuelve a poner a uno de los grandes filmes del siglo XXI bajo una nueva luz.

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