Sylvester Stallone ha sido durante décadas el rostro más reconocible del cine de acción. Con sagas como Rocky y Rambo se ganó un lugar privilegiado en la industria, compitiendo hombro a hombro con Arnold Schwarzenegger por el título de héroe definitivo de los años ochenta. Sin embargo, no todo en su filmografía es motivo de orgullo: existe una película que, según sus propias palabras, jamás debió filmar.
Se trata de Over the Top (estrenada en Hispanoamérica como Yo, el halcón), un drama deportivo de 1987 que mezclaba la acción con el mundo de las competencias de pulsos. Stallone no solo fue la estrella principal, sino que también colaboró en la escritura del guion, convencido de que podía convertir una premisa tan insólita en un éxito masivo. El resultado fue el contrario: críticas demoledoras y una taquilla que apenas recuperó una fracción del presupuesto invertido.
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El proyecto representaba, además, una fuerte apuesta económica. Con un costo de producción cercano a los 25 millones de dólares —una cifra considerable para la época—, el filme recaudó en Estados Unidos poco más de 16 millones. Para dimensionar la desproporción, casi la mitad del dinero invertido fue a parar al salario del propio Stallone. Años después, el actor reconoció que aceptó el trabajo en un “momento de debilidad”, convencido de que su popularidad era suficiente para sacar adelante cualquier historia, algo que con el tiempo comprendió como un grave error.
El fracaso de Yo, el halcón fue un golpe duro en la carrera de Stallone, que venía de arrasar con la tercera entrega de Rambo y aún mantenía en alto la popularidad de Rocky. Tras el tropiezo, el intérprete aceleró proyectos de acción más seguros para retomar su posición en la cima de Hollywood, consciente de que la credibilidad de una estrella también depende de la coherencia en sus elecciones artísticas.
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Aunque en su momento fue un desastre, la película con el paso de los años encontró un rincón como pieza de culto dentro del cine ochentero. Su mezcla de drama familiar, torneos excéntricos y una estética marcada por los excesos de la década ha convertido a Over the Top en un título recordado más por su rareza que por su calidad. No obstante, el propio Stallone nunca ha renegado de considerarla una mancha en su trayectoria.
La confesión del actor no solo refleja un arrepentimiento personal, también es una advertencia sobre las trampas de la industria: ni siquiera el carisma de una superestrella garantiza el éxito. Stallone, que construyó su carrera a base de disciplina y perseverancia, aprendió que no todo proyecto merece llevar su nombre. Y aunque sus palabras lo dejan claro —“es algo que nunca debería haber hecho”—, su sinceridad también lo humaniza: incluso las leyendas se equivocan.