La comedia romántica más popular de los 90 podría tener una secuela: Julia Roberts quiere que el director de ‘Challengers’ la dirija
Santiago Díaz Benavides
Casi nadie conoce mi primer nombre, pero todos saben que tengo un homónimo español que escribe thriller. Me obsesionan las películas sobre el fin del mundo y tengo una particular debilidad por el cine de M. Night Shyamalan.

Un gesto de moda en Venecia reavivó rumores y deseos. Lo que empezó como una broma entre colegas podría transformar una comedia icono en nuevo proyecto cinematográfico.

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Julia Roberts, que lleva décadas siendo sinónimo de la comedia romántica hollywoodiense, no solo volvió a acaparar titulares en Venecia por su actuación en After the Hunt, sino también por un gesto que ha incendiado la prensa del corazón y los foros de cine: un suéter personalizado con la cara de Luca Guadagnino. El detalle, entre cariñoso y provocador, no fue solo un guiño de estilo; fue la señal pública de una química creativa que ahora apunta a algo mayor: la posibilidad real de una secuela de My Best Friend’s Wedding —la comedia romántica de los 90 que consolidó a Roberts como estrella global— con Guadagnino en la silla de director.

La noticia, contada entre risas y confidencias en una entrevista colectiva después del estreno de After the Hunt, sugiere que la actriz está abierta —más que eso, entusiasmada— a explorar su pasado cinematográfico desde una óptica contemporánea y arriesgada. Guadagnino, conocido por su pulso estético y emocional en filmes como Call Me by Your Name y Challengers, representa un acercamiento atípico para una secuela de un clásico romántico: su firma suele alterar la paleta sentimental y llevar lo familiar hacia territorios incómodos y provocadores. Esa combinación —la calidez de Roberts con la mirada afilada de Guadagnino— es exactamente la que alimenta el interés de la industria y del público.

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Si la idea se convierte en proyecto, no sería solo un intento de explotar la nostalgia: podría ser una oportunidad para repensar la comedia romántica en clave adulta. Roberts, que en su nuevo trabajo asume papeles complejos y controvertidos, ha demostrado su disposición a subvertir expectativas. Guadagnino, por su parte, ha aprendido a dialogar con estudios mayores sin renunciar a su singularidad. Esa tensión —entre la maquinaria hollywoodense y una voz autoral— podría redefinir lo que significa hacer una secuela hoy: ni pastiche ni remake, sino continuación con nueva mirada.

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Fuentes cercanas a la conversación en Venecia cuentan cómo la propuesta nació entre bromas, sobremesas y la convivencia íntima del equipo durante los ensayos. La anécdota del banana bread, las estancias en casas ajenas y el intercambio de habitaciones entre cineastas y actores muestran que la seducción del proyecto fue tanto profesional como personal. En el centro de esa seducción está la figura de Roberts: capaz de reír, emocionar y, sobre todo, empujar los límites de su propio repertorio.

Quedan, claro, múltiples preguntas: ¿cómo encajaría el tono de Guadagnino con la ligereza melancólica de la original? ¿Qué diría el guion sobre el paso del tiempo, las expectativas románticas y la madurez? Y, esencialmente, ¿querrán los espectadores una secuela que no se limite a repetir fórmulas? Si hay algo que la conversación en Venecia dejó en claro es que la posibilidad ya no es un rumor: es una proposición creativa flotando en el aire, a medio camino entre la nostalgia y la ambición artística. En un Hollywood que busca gancho comercial y nuevas audiencias, una My Best Friend’s Wedding 2 dirigida por Luca Guadagnino y protagonizada por Julia Roberts promete, por lo menos, convertir la ecuación conocida en una incógnita fascinante.

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