Julia Roberts, que lleva décadas siendo sinónimo de la comedia romántica hollywoodiense, no solo volvió a acaparar titulares en Venecia por su actuación en After the Hunt, sino también por un gesto que ha incendiado la prensa del corazón y los foros de cine: un suéter personalizado con la cara de Luca Guadagnino. El detalle, entre cariñoso y provocador, no fue solo un guiño de estilo; fue la señal pública de una química creativa que ahora apunta a algo mayor: la posibilidad real de una secuela de My Best Friend’s Wedding —la comedia romántica de los 90 que consolidó a Roberts como estrella global— con Guadagnino en la silla de director.
La noticia, contada entre risas y confidencias en una entrevista colectiva después del estreno de After the Hunt, sugiere que la actriz está abierta —más que eso, entusiasmada— a explorar su pasado cinematográfico desde una óptica contemporánea y arriesgada. Guadagnino, conocido por su pulso estético y emocional en filmes como Call Me by Your Name y Challengers, representa un acercamiento atípico para una secuela de un clásico romántico: su firma suele alterar la paleta sentimental y llevar lo familiar hacia territorios incómodos y provocadores. Esa combinación —la calidez de Roberts con la mirada afilada de Guadagnino— es exactamente la que alimenta el interés de la industria y del público.
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Si la idea se convierte en proyecto, no sería solo un intento de explotar la nostalgia: podría ser una oportunidad para repensar la comedia romántica en clave adulta. Roberts, que en su nuevo trabajo asume papeles complejos y controvertidos, ha demostrado su disposición a subvertir expectativas. Guadagnino, por su parte, ha aprendido a dialogar con estudios mayores sin renunciar a su singularidad. Esa tensión —entre la maquinaria hollywoodense y una voz autoral— podría redefinir lo que significa hacer una secuela hoy: ni pastiche ni remake, sino continuación con nueva mirada.
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Fuentes cercanas a la conversación en Venecia cuentan cómo la propuesta nació entre bromas, sobremesas y la convivencia íntima del equipo durante los ensayos. La anécdota del banana bread, las estancias en casas ajenas y el intercambio de habitaciones entre cineastas y actores muestran que la seducción del proyecto fue tanto profesional como personal. En el centro de esa seducción está la figura de Roberts: capaz de reír, emocionar y, sobre todo, empujar los límites de su propio repertorio.
Quedan, claro, múltiples preguntas: ¿cómo encajaría el tono de Guadagnino con la ligereza melancólica de la original? ¿Qué diría el guion sobre el paso del tiempo, las expectativas románticas y la madurez? Y, esencialmente, ¿querrán los espectadores una secuela que no se limite a repetir fórmulas? Si hay algo que la conversación en Venecia dejó en claro es que la posibilidad ya no es un rumor: es una proposición creativa flotando en el aire, a medio camino entre la nostalgia y la ambición artística. En un Hollywood que busca gancho comercial y nuevas audiencias, una My Best Friend’s Wedding 2 dirigida por Luca Guadagnino y protagonizada por Julia Roberts promete, por lo menos, convertir la ecuación conocida en una incógnita fascinante.