La delirante comedia de acción con Johnny Depp y Gwyneth Paltrow que cumple 10 años y nadie sabe si es una joya oculta o un desastre glorioso
Santiago Díaz Benavides
Desde 'Forrest Gump' hasta 'Interestelar', pasando por 'Guerra Mundial Z' y 'Naruto', puedo pasar horas hablando sobre mis producciones favoritas. Si me preguntas qué es lo que más me gusta del cine te diré que es mucho mejor que la vida.

Entre espías, bigotes y arte robado, esta película mezcla lo absurdo con lo sofisticado de una forma única. Una década después de su estreno, su rareza sigue desconcertando al público.

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En enero de 2015 se estrenó Mortdecai: El artista del engaño, una comedia de acción protagonizada por Johnny Depp y Gwyneth Paltrow que prometía ser una mezcla entre el humor británico más refinado y el desenfado de una cinta de espías. Una década después, la película sigue despertando reacciones encontradas: ¿es una joya incomprendida o un estrepitoso fracaso disfrazado de excentricidad? A diez años de su lanzamiento, la pregunta permanece vigente.

Dirigida por David Koepp y basada en la novela Don’t Point That Thing at Me de Kyril Bonfiglioli, Mortdecai intentó trasladar al cine el espíritu irreverente y excéntrico del personaje literario Charlie Mortdecai, un aristócrata decadente, amante del arte y poseedor de un bigote tan absurdo como su sentido de la realidad. Con un reparto de lujo que incluye a Ewan McGregor y Paul Bettany, la cinta parecía tener todos los ingredientes para convertirse en una comedia de culto. Sin embargo, la recepción fue todo lo contrario.

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La crítica la destrozó casi unánimemente. Rotten Tomatoes le otorgó un escuálido 12% de aprobación, y muchos señalaron que Johnny Depp, lejos de innovar, parecía estar interpretando una versión aún más exagerada de sus anteriores papeles caricaturescos. La historia —centrada en la búsqueda de una pintura robada que podría conducir a una fortuna nazi escondida— se diluye en una sucesión de acentos fingidos y situaciones tan absurdas que provocan más desconcierto que risa.

Pero no todo es blanco o negro. Con el paso del tiempo, Mortdecai ha ganado cierta base de fans que la defienden como una sátira intencional, una especie de Austin Powers cruzado con La pantera rosa, que no se toma en serio y cuyo encanto está precisamente en su ridiculez. El personaje de Jock (interpretado por Paul Bettany), el fiel y viril sirviente de Mortdecai, ha sido revalorizado por su humor físico y su contraste con el protagonista. Incluso la estética del filme —una combinación de locaciones lujosas, colores saturados y detalles retro— ha sido objeto de apreciación tardía.

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Lo que es innegable es que Mortdecai no deja indiferente a nadie. Mientras algunos la ven como un "placer culposo", otros insisten en que es una obra fallida desde su concepción. ¿Fue un experimento mal ejecutado o una propuesta adelantada a su tiempo? ¿Se trata de un desastre glorioso cuya rareza la hace memorable?

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A diez años de su estreno, Mortdecai es un caso atípico dentro de la filmografía de sus protagonistas. Gwyneth Paltrow apenas la menciona en retrospectivas, y Johnny Depp, cuya carrera atravesaba una etapa saturada de personajes excéntricos, nunca volvió a encarnar a un personaje con ese tono tan marcadamente absurdo. Tal vez ahí radique su lugar en la historia del cine: en esa delgada línea entre la genialidad incomprendida y el fracaso rotundo.

Lo cierto es que, vista hoy, Mortdecai es un artefacto extraño que merece al menos una mirada curiosa. No es una película para todos, pero para quienes disfrutan del humor absurdo, el exceso estilístico y los bigotes imposibles, podría ser una rareza encantadora. O, al menos, una forma distinta de celebrar el legado de las comedias que no temen caer en lo ridículo.

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