Por décadas, los espectadores de Vaselina han debatido acaloradamente sobre una de las escenas más extrañas del cine musical: el momento en que Danny Zuko y Sandy Olsson, interpretados por John Travolta y Olivia Newton-John, suben al famoso “Greased Lightnin’” y este literalmente vuela hacia el horizonte. El gesto, que podría parecer un simple broche fantástico a una historia de amor juvenil, ha sido interpretado como una metáfora más profunda —e incluso perturbadora— por algunos fans. Pero ¿qué significa realmente ese final?
En internet, dos teorías han cobrado fuerza con el paso del tiempo. La primera plantea que Sandy está muerta desde el inicio de la película, ahogada en el mar tras el incidente que Danny menciona en la canción “Summer Nights”. La historia, entonces, sería una fantasía póstuma de Sandy, una proyección idealizada de lo que habría sido su historia de amor. La segunda teoría le da un giro inesperado: quien en realidad muere es Danny, tras estrellarse en la carrera de Thunder Road. Según este planteamiento, el cambio de personalidad de Sandy hacia una chica rebelde no sería más que una imagen soñada por Danny en sus últimos pensamientos.
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Ambas hipótesis toman fuerza por el uso del simbolismo en la cinta, especialmente en su desenlace. El auto volador, según estas interpretaciones, sería una alegoría del “ascenso al cielo”, una despedida poética en medio de una película que por momentos parece moverse entre la realidad y la fantasía.
Sin embargo, el director Randal Kleiser y muchos críticos coinciden en que no es necesario leer el final como una tragedia camuflada. En una película donde los personajes irrumpen en canción sin previo aviso, donde una dropout recibe consejos de un ángel vestido de blanco, y donde la estética es pura nostalgia de los años 50, el coche volador encaja como un gesto de liberación emocional: la promesa de un final feliz, más allá de lo racional.
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Vaselina no necesita teorías conspirativas para ser fascinante. Su tono onírico, sus números musicales electrizantes y su vibra de ensueño adolescente ya la convierten en un clásico atemporal. El coche que se eleva no es una señal de muerte, sino la coronación de una historia de amor improbable, que se atreve a desafiar las leyes de la física en nombre de la fantasía y la juventud eterna.