La tercera película del aclamado director Ari Aster no es una película fácil. Así lo demuestra las opiniones divididas que ha suscitado en la crítica. La cinta, que se divide en cinco actos, se presenta como una ambiciosa odisea de tres horas que produce todo tipo de emociones que van desde la risa, el hastío y la incomodidad innecesaria.
Es importante aclarar que en este film, Aster lleva sus obsesiones al extremo. Principalmente, las que tienen que ver con la figura de la madre. Ya en Hereditary lo había explorado con la figura de Annie (Toni Collete) quien logra una actuación excepcional al encarnar a una madre abrasiva que lleva una complicada relación con su hijo. En el caso de la historia de Beau, Aster explota la idea Freudiana del complejo de castración.
Freud creía que la angustia de la castración era un factor importante en el desarrollo de la personalidad y la identidad sexual. Según él, los niños aprenden a reprimir sus impulsos sexuales hacia su madre y a identificarse con el padre como modelo masculino, lo que les lleva a desarrollar una identidad de género coherente. Desde este punto, la película trata todo el tiempo sobre la relación entre Beau y su madre.
Esta relación tortuosa, que nos va revelando a medida en que Beau transita su odisea para llegar al funeral de su madre, se expresa en situaciones absurdas y surrealistas que abordan la manera en que el personaje comprende el mundo desde su trastorno de ansiedad. Quizá esto es lo más interesante de la película, y es la forma en que Aster lleva el miedo cotidiano de Beau a los extremos en que la mente ansiosa se imagina los escenarios cotidianos.
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La profecía autocumplida es un concepto psicológico que se refiere a una creencia o expectativa que una persona tiene acerca de sí misma o de los demás, y que influye en la forma en que se comporta y en los resultados que obtiene. Así, al representar en imágenes las fantasías angustiantes de Beau, todo se torna en situaciones inverosímiles que nos demuestran la manera poco racional en que la ansiedad construye escenarios posibles en nuestro cerebro.
La película resulta, entonces, en un extraño viaje que nos va revelando las motivaciones de los personajes y lo hace desde la fascinación onírica y los recursos visuales necesarios que nos permiten hablar de temas difíciles y cotidianos de los que poco hablamos. Esa sensación de dislocamiento que genera es quizá lo que la hace una película difícil y para algunos innecesaria.