Un thriller cargado de deseo, secretos y traiciones que convirtió a un desconocido en fenómeno internacional.
Hay historias que no piden permiso: irrumpen con luces rojas, calor en la piel y una intriga que no afloja ni cuando se apagan los reflectores. Toy Boy nació así, en ese filo donde el cuerpo es espectáculo, pero la verdad —esa verdad que quema— está escondida detrás de un crimen imposible. En el centro está Hugo Beltrán, un stripper que se mueve con la misma precisión con la que intenta reconstruir la noche que lo cambió todo: la noche en la que despertó acusado de asesinato.
Hugo, interpretado por Jesús Mosquera —un exfutbolista sin experiencia previa frente a cámaras—, se convirtió de inmediato en una de las sorpresas más llamativas de la televisión española reciente. Su personaje sale de prisión tras siete años, sostenido únicamente por la idea fija de limpiar su nombre. Lo acompaña Triana Marín (María Pedraza), una abogada brillante, reservada y obsesivamente metódica, que ve en él no solo una injusticia, sino un caso capaz de revelarle las fisuras más profundas del poder en Málaga.
La serie, creada por César Benítez, Juan Carlos Cueto y Rocío Martínez Llano, juega con un equilibrio seductor: por un lado, ofrece un thriller clásico que avanza entre pistas falsas, amenazas veladas y la sombra de familias influyentes capaces de torcer cualquier versión oficial. Por el otro, construye un universo erótico y nocturno donde los bailarines del club Inferno —ese pequeño templo de sudor, música y piel— son parte fundamental del relato. Toy Boy entiende que el deseo también puede ser una herramienta narrativa, y la usa sin pudor.
Pero lo que la volvió un fenómeno global fue su capacidad para escapar del molde. Lo que parecía un guilty pleasure se transformó en un drama con músculo emocional, donde cada personaje carga un secreto que se despliega lentamente, como si cada episodio abriera una puerta más profunda dentro de las vidas de quienes rodean a Hugo. Cristina Castaño brilla como Macarena Medina, la amante poderosa que desencadena la tragedia; José de la Torre y Carlo Costanzia aportan energía y matices al grupo de strippers; y la segunda temporada suma nuevos rostros que amplían la conspiración.
El éxito fuera de España —especialmente en Latinoamérica— se explica por esa mezcla entre erotismo mediterráneo y cine negro contemporáneo. No intenta parecerse a nada más: se mueve en su propio ritmo, con una identidad visual intensa y una narrativa que engancha desde la vulnerabilidad de su protagonista. Ve uno dos episodios y ya está atrapado. Ve cuatro, y ya está comprometido con descubrir quién quiere hundir a Hugo y por qué.
Disponible en Netflix en Colombia, Toy Boy es de esas series que entran de golpe y no abandonan la memoria fácilmente. Y aunque la historia comienza entre sudor y luces calientes, lo que realmente la sostiene es la pregunta que impulsa a Hugo a seguir adelante: ¿qué tan lejos puede llegar la verdad cuando todos los caminos han sido diseñados para ocultarla?