La nueva comedia familiar navideña en Netflix que está cautivando a todos en la plataforma
Santiago Díaz Benavides
Casi nadie conoce mi primer nombre, pero todos saben que tengo un homónimo español que escribe thriller. Me obsesionan las películas sobre el fin del mundo y tengo una particular debilidad por el cine de M. Night Shyamalan.

Una madre dispuesta a todo se viste de Santa para pagar un campamento de élite; engaño, romance y un planteamiento que mezcla ternura con algo de caos.

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La Navidad siempre trae consigo esa clase de películas donde un pequeño error —o una mentira bien intencionada— desencadena una cadena de enredos. El secreto de Santa, hoy entre lo más visto de Netflix, se mueve justo en ese territorio. Taylor Jacobson, una madre que ya no sabe de dónde recortar para llegar a fin de mes, encuentra una oportunidad improbable: disfrazarse con prótesis y maquillaje para conseguir un trabajo temporal como Papá Noel en la estación de esquí Sun Peaks. Lo hace por su hija, que fue aceptada en un campamento de snowboard de élite, pero la decisión pronto la encierra en una farsa que se vuelve más compleja cuando aparece Matthew, el gerente del lugar, y con él una química que Taylor no esperaba sentir desde detrás de una barba postiza.

La película no oculta su origen en la fórmula romántica de festividad: engaño que deriva en redención, amor que surge en medio del frío y la comunidad que piensa más en tradiciones que en la verdad. Sin embargo, hay detalles que le dan un tono propio. Alexandra Breckenridge carga la película con una mezcla de cansancio y orgullo maternal que hace creíble la apuesta. Ryan Eggold, como Matthew Layne, aporta ese temperamento reservado que las comedias románticas adoran derribar con gentileza. El núcleo familiar —con Madison MacIsaac como Zoey— y el apoyo de Tia Mowry como Natasha, completan un reparto que funciona por afinidad más que por extravagancia actoral.

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Las críticas son dispares, y ese vaivén define el sabor final del filme. Desde Screen Rant llegan elogios medidos: celebran una conclusión que arroja resonancia emocional y una mezcla honesta de humor y angustia. Otros medios son menos indulgentes: Decider señala que la película palidece frente a los clásicos del género, y Leisure Byte la tilda de genérica y olvidable —pero apta para la noche de Navidad si lo único que buscas es compañía. En esa tensión crítica reside el interés: El secreto de Santa no pretende reinventar la rueda, pero sí busca un lugar donde la fórmula funcione con calor humano y sin demasiadas pretensiones.

Lo que hace que la película funcione, para bien o para mal, es su apuesta por la vulnerabilidad. Hay momentos en que la impostura de Taylor deja ver cansancio real, culpa y una necesidad urgente de ser reconocida más allá del rol maternal. Cuando la historia permite que la protagonista falle, dude o se exponga, la comedia encuentra su pulso. Y cuando opta por lo seguro —el giro romántico previsto, la reconciliación limpia—, el relato pierde filo. En conclusión: una película que vive en ese cruce, que no evita la vergüenza de su premisa y que, si uno se deja llevar, ofrece algunos pasajes honestos.

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Si buscas una comedia navideña que no exija demasiado pero que deje un par de líneas de ternura —y alguna que otra escena incómoda que provoque conversación en la sobremesa—, El secreto de Santa cumple. No será la película de la temporada para el espectador exigente, pero tiene la virtud de recordar que, en Navidad, las decisiones torpes nacen muchas veces de un intento legítimo por proteger lo que más queremos. Y eso, en estas fechas, basta para que una historia sobreviva un rato en la memoria.

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