Cuando Disney anunció que Tim Burton dirigiría una nueva versión de Alicia en el país de las maravillas, pocos imaginaron lo que estaba por venir. El cuento que generaciones completas asociaban con colores brillantes, canciones y personajes excéntricos se transformó, en 2010, en un espectáculo visual mucho más oscuro, extraño y melancólico. Con esta película, Burton reinterpretó el clásico desde su sensibilidad gótica y convirtió el País de las Maravillas en un territorio que parecía surgido más de una pesadilla que de un sueño.
Una de las decisiones más significativas del filme fue mostrar a Alicia como una joven adulta que regresa a un mundo que creía haber olvidado. Ya no es la niña curiosa del clásico de 1951: es alguien que enfrenta dudas, presiones familiares y la incertidumbre sobre su propio futuro. Su viaje al País de las Maravillas —o “Underland”, como insiste el Sombrerero Loco— funciona como una metáfora del tránsito hacia la adultez, un espacio donde debe confrontar sus miedos y elegir quién quiere ser. Burton convierte la historia en una reflexión emocional donde el desconcierto de Alicia se refleja en cada rincón del mundo que la rodea.
Disney
Esa transformación se hace evidente en la construcción visual del filme. El País de las Maravillas aparece deteriorado, más cercano a un reino en ruinas que a un paraíso excéntrico. Los colores saturados conviven con paisajes grises, los árboles parecen consumidos por algún mal antiguo y muchas criaturas tienen rasgos que bordean lo siniestro. El resultado es un universo que, aunque conserva la esencia del relato original, adquiere un tono inquietante que lo distingue de cualquier otra versión cinematográfica de la obra de Lewis Carroll.
Los personajes también pasan por un filtro burtoniano que los vuelve más complejos y, en algunos casos, perturbadores. El Sombrerero Loco, interpretado por Johnny Depp, ya no es solo un excéntrico impredecible: es una figura marcada por la tristeza y la locura, con un trasfondo emocional que nunca se había explorado así. La Reina Roja de Helena Bonham Carter —con su cabeza desproporcionada y su temperamento explosivo— encarna el grotesco con una fuerza cómica y cruel que la vuelve inolvidable. Incluso criaturas como el Gato de Cheshire o el Galimatazo adoptan formas más ambiguas, extrañas y, a ratos, amenazantes.
Disney+
Más allá de su estética, esta versión significó un punto de inflexión para Disney. Alicia en el país de las maravillas se convirtió en un éxito gigantesco de taquilla y demostró que era posible arriesgarse en las reinterpretaciones de sus clásicos animados. Sin embargo, también marcó un estilo que el estudio no volvió a replicar con la misma radicalidad. Ningún otro live action posterior se adentró tan de lleno en el terreno de lo oscuro y lo experimental como este, lo que le otorga un lugar único dentro de la filmografía reciente de la compañía.
Hoy, quince años después de su estreno, la película de Burton sigue siendo recordada como la adaptación más retorcida, audaz y visualmente poderosa del universo de Alicia. Un recordatorio de que incluso los cuentos más luminosos pueden tener sombras, y de que, a veces, regresar al País de las Maravillas implica enfrentarse a uno mismo.