Durante casi dos décadas, Susana y Elvira ha sido un territorio emocional donde millones de mujeres —y más de un hombre curioso— han encontrado una voz franca y luminosa sobre el amor, la amistad, el deseo y esos pequeños naufragios cotidianos que nos recuerdan que crecer también es aprender a mirarse con compasión. Nació en 2008 como un blog íntimo firmado por María Fernanda Moreno y Marcela Peláez, un laboratorio de honestidad radical en esa internet que todavía olía a promesa. Después mutó en webserie, publicó dos libros —Lo entendimos todo mal y Con fecha de vencimiento— y ahora, en un giro que solo se explica por la fidelidad de su comunidad, da el salto definitivo al cine.
Lo que veremos en 2026 es más que una adaptación: es la consagración de un proyecto transmedia que entendió antes que nadie que las historias auténticas no envejecen, se transforman. Y lo hacen con la misma irreverencia con la que Susana y Elvira se atrevieron a hablar de sexo sin vergüenza, de hombres sin romanticismos ingenuos y de esa adultez que a veces se parece más a un simulacro que a un destino.
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De nuevo, Manuela González y Mabel Moreno regresan a los personajes que les valieron un cariño indiscutible en la webserie. Las dos irradian esa mezcla deliciosa de complicidad y magnetismo, su química salta a la vista, y esa energía es el núcleo emocional del largometraje. Ellas encarnan a dos mujeres que se han sostenido la vida mutuamente mientras todo alrededor cambia: la forma de amar, de trabajar, de criar (o no), de decidir qué tipo de adultez se quiere llevar puesta.
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En esta nueva entrega, la película enfrenta sin filtros los dilemas de la modernidad afectiva: la redefinición de la amistad cuando las prioridades empiezan a desalinearse, la madurez emocional que exige mirar de frente viejas heridas, el deseo de reconstruirse después de amores que no terminaron como prometían. Sin solemnidad, sin discursos, sin moralinas. Solo dos mujeres hablando de lo que, durante demasiado tiempo, fue tema prohibido en la mesa familiar.
La producción respira Caribe. Palomino (La Guajira) se convierte en el telón de fondo donde la luz, los colores eléctricos y la textura de la costa imprimen una atmósfera vibrante que contrasta con la vida citadina capturada en Bogotá. Púlsar Studios y Jaguar Bite —con amplia experiencia en contenidos de factura internacional— apuestan por una estética potente, cuidada y llena de personalidad. Hay ambición aquí: convertir la intimidad de un blog en una experiencia cinematográfica de escala nacional.
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El reparto se expande con nombres que el público colombiano tiene ya tatuados en la retina: Claudio Cataño, Emmanuel Esparza, Emmanuel Restrepo, Julián Cerati, Luciano D’Alessandro, Édgar Vittorino, Viviana Santos, David Moncada y Víctor Tarazona. La película, dirigida por María Gamboa (Mateo, La Primera Vez), se perfila como un manifiesto visual sobre la amistad femenina contemporánea: compleja, resiliente, imperfecta… y profundamente humana.
Que un proyecto nacido en 2008 llegue intacto —y mejorado— a las salas de cine en 2026 es casi un acto poético. Una demostración de que las historias que se atreven a nombrar lo innombrable terminan abriéndose camino. Susana y Elvira no es solo una película: es un reencuentro generacional, el recordatorio de que la vida adulta no tiene manual, pero sí aliadas. Y estas dos, después de tantos años, siguen ahí para recordárnoslo.