Antes de que el biopic Michael —dirigido por Antoine Fuqua y con estreno previsto para 2026— prometiera contar la historia definitiva del Rey del Pop, hubo otro intento, mucho más silencioso y casi olvidado, de llevar su vida a la pantalla. En 2004, el canal VH1 estrenó Man in the Mirror: The Michael Jackson Story, una película que muy pocos llegaron a ver, pero que hoy sobrevive como una pieza extraña dentro del imaginario del astro.
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Dirigida por Allan Moyle, conocido por Pump Up the Volume y Empire Records, la cinta fue protagonizada por Flex Alexander, actor afroamericano que se enfrentó a una tarea casi imposible: interpretar al hombre más famoso —y más observado— del planeta sin contar con su aprobación ni con sus canciones. La producción fue una biografía no autorizada, realizada en medio de los años más convulsos de la vida de Jackson, y sin acceso a los derechos musicales de su catálogo. En consecuencia, los productores recurrieron a imitaciones y composiciones “inspiradas en”, una decisión que terminó de sellar su destino como curiosidad de culto.
La película narra los años que van de Thriller hasta los juicios por abuso de menores a comienzos de los 2000. Su tono es sombrío, casi penitencial, y retrata a Jackson como un genio prisionero de su fama, devorado por el espejo que él mismo ayudó a pulir. Sin embargo, la falta de rigor documental y los efectos de maquillaje rudimentarios fueron motivo de críticas severas. The Hollywood Reporter la describió como “una historia sobre Michael sin Michael”, y el público coincidió: el carisma inimitable del cantante parecía inalcanzable en esa reconstrucción de bajo presupuesto.
Captura de pantalla
A pesar de su fracaso, Man in the Mirror fue el primer intento televisivo de abordar a Jackson como un personaje trágico y humano. Sin el brillo de los videoclips ni el control narrativo del artista, la película ensayó algo que, con más medios, Fuqua intentará ahora: comprender qué había detrás del mito.
Hoy, en la antesala de Michael, esa cinta olvidada funciona como una especie de sombra profética. Recordarla es también reconocer que el Rey del Pop fue, desde siempre, un enigma que ni siquiera el cine —con todos sus espejos— ha logrado descifrar del todo.