‘Springsteen: Música de ninguna parte’: Jeremy Allen White brilla en el retrato más íntimo de “The Boss”
Santiago Díaz Benavides
Desde 'Forrest Gump' hasta 'Interestelar', pasando por 'Guerra Mundial Z' y 'Naruto', puedo pasar horas hablando sobre mis producciones favoritas. Si me preguntas qué es lo que más me gusta del cine te diré que es mucho mejor que la vida.

Dirigida por Scott Cooper y protagonizada por Jeremy Allen White, la película muestra cómo Bruce Springsteen enfrentó sus fantasmas personales durante la creación de Nebraska, su disco más oscuro y honesto. Estrenó el 30 de octubre en cines.

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No hay que ser fanático de Bruce Springsteen para sentir el peso emocional de Springsteen: Música de ninguna parte, la nueva película de Scott Cooper que llegó este 30 de octubre a salas de cine en Colombia. Más que una biografía, es una mirada al alma de un artista en conflicto, en el momento más vulnerable y revelador de su carrera: la gestación del álbum Nebraska, lanzado en 1982.

La cinta nos muestra a un joven músico que, en plena cúspide del estrellato, se siente incapaz de conciliar las presiones del éxito con los fantasmas de su pasado. Lo vemos grabando solo, en su casa, con una grabadora de cuatro pistas, mientras busca dar sentido a un silencio interior que lo persigue. Esa decisión creativa —arriesgada, casi suicida— se convierte aquí en el corazón de una historia sobre el duelo, la identidad y el poder de la música para sanar.

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Jeremy Allen White, conocido por su papel en The Bear, encarna a Springsteen con una naturalidad sorprendente. No se limita a imitar su voz o sus gestos: lo interpreta desde la contención, la duda y la fragilidad. En cada plano transmite el peso del pasado, las heridas no resueltas y la humanidad de un hombre que, por primera vez, se atreve a mirarse sin máscaras. Es una actuación sobria, pero devastadora.

El guion, basado en el libro de Warren Zanes, se aleja del molde clásico del biopic musical. Aquí no hay recreaciones de conciertos ni una sucesión de éxitos. Lo que encontramos es un retrato íntimo, casi silencioso, del proceso creativo como refugio. Cooper dirige con elegancia y paciencia, permitiendo que cada escena respire la misma melancolía que habita en el disco Nebraska.

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A nivel técnico, la fotografía apuesta por una paleta tenue que evoca la soledad del paisaje estadounidense y el aislamiento emocional del protagonista. El diseño sonoro, centrado en la voz y la respiración de Springsteen, logra una cercanía que convierte al espectador en testigo de su desahogo interior.

Springsteen: Música de ninguna parte no es solo una película sobre un artista legendario, sino una meditación sobre lo que significa seguir adelante cuando el ruido del mundo se apaga. En su sencillez encuentra su fuerza: un recordatorio de que incluso los más grandes necesitan perderse para encontrarse otra vez.

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