De Javier Bardem a Benicio del Toro: el debate sobre los actores extranjeros que han interpretado a colombianos
Santiago Díaz Benavides
Casi nadie conoce mi primer nombre, pero todos saben que tengo un homónimo español que escribe thriller. Me obsesionan las películas sobre el fin del mundo y tengo una particular debilidad por el cine de M. Night Shyamalan.

Varias estrellas de Hollywood han encarnado a personajes colombianos —reales o ficticios— sin haber nacido en el país. Un debate sobre la representación, los estereotipos y la ausencia de voces locales.

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En el cine internacional, los colombianos suelen tener rostro extranjero. La industria de Hollywood, fascinada por los relatos de narcotráfico, corrupción o venganza, ha recurrido una y otra vez a figuras foráneas para dar vida a personajes nacionales. Desde Javier Bardem hasta Zoë Saldaña, el listado crece con cada década y, aunque las producciones logran notoriedad, el debate sobre la autenticidad y la representación sigue abierto.

El caso más emblemático es el de Loving Pablo (2017). En la cinta, dirigida por Fernando León de Aranoa, el actor español Javier Bardem interpreta a Pablo Escobar, mientras Penélope Cruz encarna a la periodista Virginia Vallejo. Ambos realizaron un trabajo minucioso de caracterización, pero la recepción no fue unánime: algunos críticos elogiaron la intensidad de Bardem, mientras que otros señalaron que su acento y gestualidad se alejaban de la realidad colombiana. Más allá del resultado, el filme abrió de nuevo la discusión sobre por qué Hollywood prefiere nombres consagrados antes que intérpretes locales.

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Zoë Saldaña y la “colombiana” que no era tan colombiana

En Colombiana (2011), Zoë Saldaña —nacida en Nueva Jersey y de ascendencia dominicana y puertorriqueña— interpreta a Cataleya Restrepo, una asesina que busca venganza por el asesinato de sus padres en Bogotá. La película, producida por Luc Besson, fue un éxito comercial, pero los colombianos no se sintieron del todo representados: ni el acento ni los paisajes correspondían al país. Más que una historia sobre Colombia, Colombiana parecía un thriller de acción ambientado en un territorio difuso, con el nombre como excusa.

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Catherine Zeta-Jones y Jennifer Lopez como Griselda Blanco

La figura de “la Madrina de la cocaína” ha tenido varias versiones cinematográficas, ninguna protagonizada por una actriz colombiana (la serie de Netflix que protagonizó Sofía Vergara no cuenta, ya que no es una película, justamente). Catherine Zeta-Jones interpretó a Griselda Blanco en Cocaine Godmother (2018), mientras Jennifer Lopez asumió el papel en The Godmother, cinta que aún no ve la luz. Ambas versiones recibieron críticas mixtas: por un lado, la curiosidad de ver a dos estrellas del mainstream en un papel latino; por otro, la sensación de que algo esencial del personaje —su origen, su tono, su contexto cultural— se perdía en la traducción.

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Benicio del Toro y el Pablo Escobar de Paraíso perdido

Antes de Bardem, el actor puertorriqueño Benicio del Toro había interpretado también a Pablo Escobar en Paraíso perdido (2014), una historia contada desde la mirada de un turista canadiense que se enamora de la sobrina del capo. Aunque la película recibió elogios por su atmósfera, Del Toro fue cuestionado por encarnar a un personaje colombiano con un acento caribeño ajeno a Medellín. Su trabajo, sin embargo, demostró la fascinación internacional que sigue despertando el mito de Escobar.

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Una cuestión más allá del acento

Estos casos, aunque dispares, comparten un denominador común: la representación de lo colombiano desde afuera. En parte se explica por las dinámicas de producción —financiamiento extranjero, estrellas reconocidas que aseguran taquilla—, pero también por un problema estructural: la falta de oportunidades para actores colombianos en los grandes circuitos internacionales. La pregunta, entonces, no es solo quién puede interpretar a un colombiano, sino quién tiene permiso de hacerlo.

El otro gran tema es el tipo de personajes que llegan a la pantalla. Narcos, asesinos, mujeres fatales: una imagen reducida del país que poco tiene que ver con la diversidad real de su gente. Mientras Hollywood sigue viendo en Colombia un escenario exótico para sus ficciones, el talento nacional busca abrirse paso en producciones más amplias. Series recientes como Cien años de soledad lograron al menos visibilizar a actores locales, pero todavía cuesta imaginar una película internacional sobre un colombiano que no esté vinculado al crimen o al conflicto.

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La representación, al final, no es solo una cuestión de acento, sino de mirada. Cada vez que un actor extranjero se pone en la piel de un colombiano, Hollywood retrata menos al país y más su propia idea de él. Tal vez el verdadero reto no sea prohibir esas interpretaciones, sino ampliar la historia para que los colombianos puedan contarse —y representarse— a sí mismos.

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