Han pasado 31 años desde que Jim Carrey consiguió este récord que solo La Roca logró estar cerca de arrebatarle
Santiago Díaz Benavides
Casi nadie conoce mi primer nombre, pero todos saben que tengo un homónimo español que escribe thriller. Me obsesionan las películas sobre el fin del mundo y tengo una particular debilidad por el cine de M. Night Shyamalan.

El actor canadiense alcanzó una marca que cambió para siempre la forma de medir el éxito en Hollywood.

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Han pasado más de tres décadas desde que Jim Carrey conquistó un logro que pocos actores podrían siquiera imaginar. Corría 1994 cuando el comediante, hasta entonces conocido por su paso por el programa In Living Color, estrenó tres películas en un solo año que lo catapultaron al estrellato y lo convirtieron en el actor más taquillero del planeta. Aquellos títulos —Ace Ventura: un detective diferente, La máscara y Dos tontos muy tontos— no solo se convirtieron en fenómenos culturales, sino que lo llevaron a obtener un récord que nadie ha conseguido romper desde entonces: protagonizar tres películas número uno en taquilla durante el mismo año.

La hazaña fue tan contundente que cambió la manera en que los estudios entendían el poder de una estrella de comedia. Antes de 1994, era impensable que un actor de comedia pudiera sostener, por sí solo, tres éxitos globales consecutivos. Pero Carrey no solo lo hizo: redefinió el concepto de protagonista rentable. Su salto de la televisión al cine fue meteórico y, con él, se inauguró una nueva era en la que las comedias podían competir, de igual a igual, con los grandes blockbusters de acción.

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En paralelo, su ascenso económico también rompió esquemas. Tan solo dos años después, con El negociador (The Cable Guy), se convirtió en el primer actor en la historia en cobrar 20 millones de dólares por una película, una cifra que consolidó su estatus de superestrella y marcó el inicio del Hollywood de los contratos millonarios. Desde entonces, su récord ha resistido el paso del tiempo como una reliquia dorada de los noventa.

El único actor que ha estado cerca de igualarlo es Dwayne “La Roca” Johnson, quien en 2013 vivió un año frenético con G.I. Joe: La venganza, Dolor y dinero y Rápidos y furiosos 6. Sin embargo, aunque las tres fueron éxitos de taquilla, en ninguna de ellas era protagonista absoluto. Johnson compartía cartel con elencos corales o personajes ya consolidados, lo que le impidió alcanzar la misma categoría que Carrey logró como figura central indiscutible.

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Hoy, en una industria dominada por franquicias, universos compartidos y efectos visuales deslumbrantes, lo que hizo Jim Carrey suena casi imposible de repetir. Su récord no se basa en la tecnología ni en el marketing global, sino en algo más elemental: el carisma y la conexión inmediata con el público. Carrey supo combinar la inocencia del slapstick con una sensibilidad emocional que trascendía el chiste. En 1994, simplemente, todo el mundo quería ver una película suya, y eso bastó para hacer historia.

Treinta y un años después, el récord sigue en pie. Y aunque las estrellas de hoy brillen con luces más espectaculares, pocas lo hacen con la misma intensidad que la sonrisa elástica de Jim Carrey.

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