Han pasado casi cuatro décadas desde el estreno de Volver al futuro, pero la trilogía de Robert Zemeckis y Bob Gale sigue revelando secretos que alimentan la fascinación de los fanáticos. Más allá de los viajes en el tiempo, los enredos familiares y las paradojas temporales, la primera entrega de la saga incluye un detalle minúsculo que rinde homenaje a Stanley Kubrick, el director de 2001: Odisea del espacio y La naranja mecánica.
El detalle aparece en los primeros minutos de la película, cuando Marty McFly (Michael J. Fox) entra en el laboratorio del excéntrico doctor Emmett Brown (Christopher Lloyd). Mientras se prepara para tocar su guitarra con un amplificador construido por el científico, la cámara muestra fugazmente una placa con la inscripción “CRM 114”. Es apenas un segundo, lo suficiente para pasar desapercibido, pero cargado de significado para los conocedores de la obra de Kubrick.
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El código “CRM 114” es una marca recurrente en la filmografía del cineasta británico. Surgió por primera vez en Dr. Strangelove o: cómo aprendí a dejar de preocuparme y amar la bomba (1964), como nombre de un dispositivo militar ficticio. Kubrick lo retomó después en 2001: Odisea del espacio, en La naranja mecánica —donde se transformó en “Serum 114”— e incluso en Ojos bien cerrados. Siempre estuvo asociado con fallas de la tecnología, sistemas en crisis o experimentos cuestionables, un sello que el director convirtió en broma interna.
Zemeckis y Gale, ambos formados en la Universidad del Sur de California, crecieron admirando a Kubrick y su manera de cuestionar la sociedad a través del cine. Incluir la referencia no fue casual: el “CRM 114” en Volver al futuro adelanta lo que está por suceder en pantalla. En cuanto Marty enciende el amplificador y lo lleva al máximo, el aparato explota de manera espectacular. La tecnología, igual que en las historias de Kubrick, muestra su costado más defectuoso.
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El guiño funciona en varios niveles. Es un tributo cinéfilo a un maestro del cine, pero también un recurso narrativo que describe el carácter de Doc Brown: un científico brillante y temerario, capaz de poner plutonio bajo su cama y de construir una máquina del tiempo en un DeLorean. Además, refleja uno de los temas centrales de la saga: cómo la innovación puede generar tanto maravilla como desastre.
Este pequeño homenaje, escondido en medio de relojes y experimentos fallidos, confirma la obsesión de Zemeckis y Gale por las simetrías, los dobles sentidos y los detalles invisibles a primera vista. Volver al futuro sigue siendo una comedia de aventuras inolvidable, pero también una película que dialoga con la tradición del cine y se permite guiñar el ojo a Stanley Kubrick, el eterno explorador de las fallas humanas y tecnológicas.