Es uno de los mejores papeles de Jason Segel y nadie ha reclamado su lugar
Santiago Díaz Benavides
Desde 'Forrest Gump' hasta 'Interestelar', pasando por 'Guerra Mundial Z' y 'Naruto', puedo pasar horas hablando sobre mis producciones favoritas. Si me preguntas qué es lo que más me gusta del cine te diré que es mucho mejor que la vida.

La película 'The End of the Tour' dejó una interpretación inolvidable en la carrera del actor. Sin embargo, su trabajo pasó desapercibido en la temporada de premios.

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En 2015 se estrenó The End of the Tour, una de esas películas pequeñas, discretas, de conversación más que de espectáculo. Dirigida por James Ponsoldt, la cinta reconstruye los cinco días que el periodista David Lipsky compartió con el escritor David Foster Wallace durante la gira de promoción de Infinite Jest. El filme no pretendía convertirse en un éxito de taquilla ni competir con los gigantes de Hollywood, pero en medio de su aparente sencillez regaló una de las actuaciones más sorprendentes de la última década: la de Jason Segel como Wallace.

Para muchos, la sola idea parecía arriesgada. Segel era conocido hasta entonces por la comedia ligera, por su papel en How I Met Your Mother y por películas como Forgetting Sarah Marshall. Nadie lo veía cargando sobre los hombros a un personaje tan complejo, un escritor brillante y atormentado, que desconfiaba de la fama y que vivía con la sombra de la depresión siempre cerca. Pero contra todo pronóstico, Segel se convirtió en Wallace.

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Cada gesto, cada silencio y cada movimiento revelaron la vulnerabilidad y la lucidez del autor de La broma infinita. No había artificio ni imitación superficial: estaba la esencia de un hombre incómodo con su propio talento y con la etiqueta de “genio generacional” que le habían impuesto. Segel adoptó la mirada esquiva, el ritmo pausado y las dudas existenciales de Wallace con una naturalidad impactante. Fue, sin exagerar, el papel más exigente y logrado de su carrera.

Y, sin embargo, nadie reclamó su lugar. La película circuló en festivales, recibió buenas críticas, pero se quedó a medio camino en la temporada de premios. Segel fue nominado a algunos reconocimientos independientes, como los Independent Spirit Awards, pero nunca alcanzó la visibilidad de los Oscar o los Globos de Oro. El brillo de producciones como Spotlight, The Revenant o Room lo relegó a un rincón, como si su actuación perteneciera a un universo demasiado íntimo para ser reconocida en el gran escaparate de Hollywood.

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Lo paradójico es que The End of the Tour es, justamente, una película sobre esa tensión entre la fama y la autenticidad. Wallace temía convertirse en un producto más dentro de la maquinaria cultural. En ese sentido, la actuación de Segel sufre un destino similar: deslumbrante para quienes la vieron, invisible para la lógica del espectáculo.

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A casi una década del estreno, vale la pena volver sobre esta interpretación. No solo porque muestra a Segel en un registro inesperado, capaz de transmitir complejidad emocional con mínimos recursos, sino porque recuerda que el cine también se construye en lo íntimo. En la conversación que sostiene con Eisenberg —quien interpreta a Lipsky—, Segel logra que lo que está en juego no sea la fama, ni la literatura, sino la vulnerabilidad humana.

El olvido de la temporada de premios no borra la fuerza de este papel. Quizá incluso lo engrandece: como Wallace, Segel encarnó una verdad incómoda, que no necesita estatuillas para permanecer.

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