Amaranta Hank, nombre artístico de la periodista y escritora Alejandra Omaña, vuelve al foco mediático en Colombia, esta vez no por su pasado en la industria del cine para adultos, sino por su incorporación formal al equipo de gobierno del presidente Gustavo Petro. La noticia ha generado un revuelo político y mediático que va mucho más allá del morbo: toca temas de igualdad, estigmatización, poder y feminismo en el corazón del Estado.
El punto de ebullición se dio el 15 de julio de 2025, durante un Consejo de Ministros transmitido parcialmente a medios, cuando Petro —visiblemente molesto— defendió la inclusión de Hank en el Ministerio de Igualdad, cartera que ha estado marcada por tensiones internas desde la salida de Francia Márquez. “A mí nadie que sea negro me va a decir que hay que excluir un actor porno que creó un sindicato de trabajadores en París”, afirmó el presidente, una frase que le valió una ola de críticas por su tono, pero que también puso el foco en la historia personal de Hank.
Aunque muchos la recuerdan por su paso por el cine para adultos, Hank es comunicadora social de formación, cronista y activista. Ingresó a la industria pornográfica en 2017, durante un periodo de depresión, y ha dicho que fue esa experiencia la que le permitió acceder a salud mental y reconstruir su vida. En 2019 se retiró definitivamente, luego de denunciar negligencia médica y abusos en rodajes. Desde entonces, ha sido una de las voces más visibles en la defensa de los derechos laborales de trabajadoras sexuales, así como una crítica feroz de los estigmas sociales que enfrentan.
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Su ingreso al Ministerio de Igualdad no es del todo nuevo: desde 2024 ha participado en actividades como asesora de comunicaciones y veedora en proyectos con comunidades trans y trabajadoras sexuales. Sin embargo, su papel se formalizó a mediados de 2025, cuando se anunció que tendría un rol más activo en las estrategias de inclusión del ministerio. Esto fue lo que desató una crisis interna: según trascendidos, Francia Márquez se opuso de manera contundente a su nombramiento y llegó a amenazar con renunciar, lo que finalmente ocurrió en febrero de este año.
La tensión no terminó ahí. Cuando Carlos Rosero —quien reemplazó a Márquez— presentó su renuncia, Amaranta Hank salió en su defensa y también expresó su apoyo al nuevo designado, Juan Carlos Florián, ex actor y politólogo. “Son grandes hombres comprometidos con la igualdad”, escribió en sus redes sociales, donde la polarización entre quienes apoyan su presencia en el gobierno y quienes la critican ha sido feroz.
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Más allá del escándalo, su nombramiento obliga al país a preguntarse por el lugar de las trayectorias no convencionales en la política, y por qué ciertos pasados son inhabilitantes para ejercer cargos públicos. “A muchas mujeres no se les castiga por lo que hacen, sino por cómo se ven o cómo han vivido su deseo”, dijo Hank en una entrevista reciente. Su incorporación al gabinete de Petro no solo incomoda a sectores conservadores, sino también a sectores progresistas que aún no resuelven sus propias contradicciones frente a los cuerpos y las decisiones ajenas.
Así, Amaranta Hank se convierte en una figura clave —y polémica— de un gobierno que insiste en llevar los márgenes al centro del poder. Su historia personal, marcada por la reinvención, el activismo y la lucha contra el estigma, ahora se cruza con las decisiones de Estado. Y eso, guste o no, redefine los límites de lo que hasta ahora parecía posible.