En blanco y negro, con apenas 6.000 dólares de presupuesto y una duración de tan solo 70 minutos, Following (1998) marcó el debut cinematográfico de Christopher Nolan, el director que años más tarde revolucionaría el cine con obras como Inception, Interstellar y Oppenheimer. Esta ópera prima, filmada en Londres durante fines de semana a lo largo de un año, se ha convertido en una joya de culto que anticipa muchas de las obsesiones temáticas y narrativas del autor británico.
La premisa es simple pero inquietante: un joven aspirante a escritor comienza a seguir a desconocidos por la calle en busca de inspiración. Uno de ellos, Cobb —un ladrón refinado y algo filosófico— lo introduce en un juego de allanamientos aparentemente sin mayores consecuencias. Sin embargo, la situación se complica cuando el protagonista se ve atrapado en una red de manipulación y engaños, donde nada es lo que parece.
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Con una estructura no lineal que desafía la cronología convencional, Following obliga al espectador a reconstruir los hechos a medida que se revelan fragmentos de la historia. Nolan, que también escribió, editó y fotografió la película, demuestra aquí un temprano dominio del montaje como herramienta narrativa, jugando con la percepción del tiempo y la verdad.
La austeridad de la producción no le resta mérito: más bien potencia la tensión y el misterio. Las locaciones son departamentos reales, prestados por amigos del director. Los actores no eran conocidos y, en muchos casos, tampoco profesionales. Y aun así, la película logra mantener una atmósfera cargada y envolvente, donde la ciudad de Londres se convierte en un personaje más, gris, ambigua, vigilante.
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Following no solo fue bien recibida por la crítica, sino que también abrió las puertas a la carrera internacional de Nolan. Su siguiente película, Memento, basada en una idea de su hermano Jonathan Nolan, tomaría muchas de las herramientas de Following y las llevaría al siguiente nivel.
A más de 25 años de su estreno, esta primera cinta es una prueba de que no se necesita un gran presupuesto para crear una gran película. Solo se requiere una visión clara, una narrativa desafiante y la voluntad de contar una historia de manera diferente. En Following, todo eso ya estaba presente. Solo era cuestión de tiempo para que el mundo lo notara.