
Por años, el rostro de Tami Stronach ha sido sinónimo de fantasía y nostalgia. Con tan solo 10 años, la actriz se convirtió en un ícono cultural al interpretar a la Emperatriz Infantil en La historia sin fin (1984), una de las películas más emblemáticas del cine ochentero. Su papel, aunque breve en términos de minutos en pantalla, fue fundamental para la trama y dejó una impresión imborrable en los espectadores. Sin embargo, lo que parecía ser el inicio de una prometedora carrera en Hollywood terminó siendo su despedida.
El éxito de la cinta, dirigida por Wolfgang Petersen, vino acompañado de una exposición pública inesperada e incómoda. A pesar de su corta edad, Tami fue víctima de un acoso sistemático por parte de adultos que, cegados por la fama de la película, cruzaron todos los límites. Algunos fanáticos acamparon frente a su casa y otros le enviaron cartas y propuestas matrimoniales. Más grave aún, recibió ofertas para participar en películas con escenas de desnudos, algo que ella y su familia rechazaron de inmediato.

“Vinieron a nuestra casa con propuestas absurdas. Yo dije: ‘No voy a hacer una película de desnudos. No soy una Lolita’”, recordó años después. Ante la creciente presión y el ambiente insano que rodeaba su incipiente carrera, sus padres tomaron una decisión firme: alejarla del mundo del espectáculo y proteger su infancia.
Con apenas 11 años, Stronach dejó atrás las cámaras y se volcó al mundo de la danza y el teatro. Estudió profesionalmente, fundó su propia compañía y se convirtió en una reconocida coreógrafa y profesora en Nueva York. Mientras La historia sin fin seguía construyendo su estatus de culto, ella desarrollaba una carrera sólida y creativa alejada del foco mediático.

Sorprendentemente, en 2024, Tami regresó al cine después de cuatro décadas con Man & Witch: The Dance of a Thousand Steps, una nueva película de fantasía en la que además de actuar, también se desempeñó como productora. En esta cinta interpreta a una hechicera que desafía a un joven pastor con una serie de pruebas mágicas, en un papel que le permitió reconciliarse con el cine desde un lugar seguro y controlado.
Hoy, Stronach demuestra que es posible reinventarse, sanar y volver a crear desde el arte. Su historia, lejos de ser solo la de una estrella infantil caída en el olvido, es la de una artista que eligió su bienestar y volvió cuando estuvo lista, más fuerte y con una nueva voz.