En 1993, Steven Spielberg lanzó dos películas que no podían ser más diferentes: el éxito de taquilla 'Jurassic Park' y la desgarradora 'La lista de Schindler'. Mientras la primera fue un reto a nivel de efectos, la segunda representó una titánica labor artística y emocional para el director. Retratar el Holocausto y hacer justicia a su historia fue un desafío que ni siquiera directores como Martin Scorsese se atrevieron a asumir.
El proceso de filmación de 'La lista de Schindler' marcó un antes y un después en la carrera de Steven Spielberg, enfrentándolo a desafíos emocionales y físicos que casi lo llevaron a abandonar el proyecto. Sin embargo, en medio de la adversidad, encontró un apoyo inesperado en su amigo y colega, Robin Williams.
La producción no solo fue un desafío técnico, sino también un duro golpe emocional para Spielberg, quien, siendo hijo de padres judíos, tuvo que enfrentar las atrocidades nazis diariamente durante el rodaje en Polonia. Las condiciones extremas de frío y la presencia de neonazis vandalizando el set añadieron más peso a la carga del director.
En medio de este tormento, Robin Williams se convirtió en el salvavidas de Spielberg. Consciente del sufrimiento de su amigo, Williams decidió intervenir. Una vez a la semana, sin fallar, llamaba a Spielberg y realizaba un monólogo de comedia de 15 minutos, inyectando risas y alivio en un momento crucial. Spielberg, recordando esos momentos, mencionó cómo esas llamadas lo hacían reír hasta las lágrimas, permitiéndole liberar el estrés acumulado.
Gracias a la ayuda de Williams, Spielberg logró completar 'La lista de Schindler', una película que no solo obtuvo siete premios Oscar, sino que también se consolidó como una obra imprescindible para la comprensión del Holocausto y un hito en la historia del cine.
Hoy, al recordar esos tiempos difíciles, Spielberg no puede evitar sonreír al pensar en su amigo Robin Williams, cuyo humor y amistad fueron fundamentales para que uno de los mayores logros cinematográficos de la historia pudiera ver la luz.