Mucho se ha dicho ya sobre la cinta más reciente de la directora Greta Gerwig, de las actuaciones de Margot Robbie y Ryan Gosling como Barbie y Ken, e incluso de la relevancia de un personaje, en apariencia secundario, como el de Allan, interpretado por Michael Cera. Casi todos los focos de atención se han volcado en la perspectiva feminista de la película y la deconstrucción que hace de un sinfín de conceptos, no solo machistas, sino también mercantilistas, políticos, filosóficos, sociales e históricos.
'Barbie' es muchas cosas después de que uno ha abandonado la sala y se queda dándole vueltas a todo lo que sucedió en esas casi dos horas. En medio de risas y reflexiones, la cinta gana mucho en perspectiva. Si bien hay quienes dicen que su postura es contradictoria, que su feminismo es blando, que esto y que lo otro, yo siento que tanto el guion como las interpretaciones y, por supuesto, la dirección, consiguen su propósito: no se trata solamente de contar una historia y entretener, sino de dejar huella en la audiencia y no dejarles ir.
Algo que me ha hecho sentir satisfecho con la propuesta de Gerwig es la forma en que acoge la mayor cantidad posible de escenarios. De antemano, sabíamos que la película iba a tener un alto componente feminista, pero lo que yo menos esperé, y que terminó ejecutándose de manera excelente, es que se dirigiera como lo hizo al público masculino.
Si les soy honesto, cuando comenzó la etapa de promoción, a mí la cinta no me parecía atractiva en absoluto. De hecho, tenía planeado esperar a que llegara a streaming para verla. El universo de 'Barbie' no me pareció emocionante antes y no tenía por qué parecerlo entonces, pero conforme aparecían las reacciones, los comentarios, los halagos, las críticas y demás, comenzó a hacerse difícil resistirme. Acepté la idea de que había que ver la película como lo que era, una película sin más, y juzgarla de acuerdo a ello.
Desde la ambientación, el vestuario, la música y el guion, todo, o casi todo, en 'Barbie' está muy bien planeado. La historia es entretenida, en ocasiones jocosa, e indudablemente reflexiva. Lo típico sería decir que termina siendo un espejo de lo que somos y hemos venido siendo como sociedad, en cuanto hombres y mujeres, pero esa sería una salida fácil. Diré, en cambio, que la película se presenta, en últimas, como una fantástica propuesta metaficcional en la que todos encajamos, querámoslo o no.
Si el público femenino ha encontrado representación en estos personajes, los hombres también tenemos la nuestra. Lo fácil sería decir que todos somos Ken, mientras que todas ellas son Barbie, pero lo cierto es que lo que en la pantalla se nos presenta es una exposición de la masculinidad más corrosiva, la que impone y demanda, que se oculta de sí misma y arrasa consigo y con todo lo que le rodea.
Al tiempo, nos habla de aquellas masculinidades menos impositivas, que encuentran su razón de ser en la diversidad. Allan también nos representa, en ese sentido. Y es que, a decir verdad, ser hombre, más allá de que históricamente ha supuesto una ventaja a nivel social en relación con las mujeres, también conlleva una carga. Si a la mujer se le exige ser perfectamente femenina en todo, a nosotros el extremo de su contrario, o de lo que se supone que no es propio en un hombre. Hemos sido educados para no llorar, no sentir, no expresar. Por poco y terminamos convertidos en robots.
En la película, cuando Ken comienza a ser consciente de que su masculinidad no reside en el machismo, cuando acepta que, así como Barbie, él también tiene preguntas por resolver, y está bien tenerlas y sentir miedo ante las posibles respuestas, es entonces cuando entiende que todo en lo que creía respecto a su condición de hombre no lo define.
Justo allí, en esa escena magnífica de la peli, después de haber estado dándole vueltas a muchos asuntos y decir "yo también he dicho eso", o, "yo también he actuado y pensado así", es cuando enfrentamos la verdad que, por suerte, ya conocemos: que se puede ser hombre y ser frágil, se puede llorar y tener la fuerza para proteger a alguien más, se puede no querer nada de lo que se supone que debemos querer, y aun así seguir siendo hombres. Y esto es algo de las nuevas generaciones. A mi padre, por ejemplo, o al abuelo, yo no podría hacerles caer en cuenta de estas cosas de manera tan sencilla. Para ello sería necesario todo un proceso de deconstrucción.
'Barbie' es maravillosa por esto también. Ahora, cosa impensada hace unos años, podríamos decir sin temor alguno que una de nuestras películas favoritas es la de la famosa muñeca de Mattel, porque nos habla tanto a nosotros como les habla a ellas, y nos permite entender, reconfirmar, que antes de pensar en estar con alguien más, en ser algo para alguien más, primero es necesario saber quiénes somos para nosotros mismos, y aceptarnos tal cual. Ken entendió que para ser bueno para Barbie, antes debía ser alguien bueno para sí mismo, y esa es nuestra gran tarea pendiente. No será fácil, pero tampoco imposible.