Una historia que parece ir por un carril conocido, pero se descarrila hacia un territorio inquietante.
Hay relaciones que comienzan como una promesa y terminan convertidas en un espejismo; y luego está la que vemos en The Girlfriend, la miniserie de Prime Video que toma ese espejismo, lo rompe en mil pedazos y te invita a caminar descalzo sobre ellos. En apenas seis capítulos, la producción británica desarma la idea misma de “historia romántica disfuncional” para convertirla en una radiografía incómoda del deseo, el control y la percepción —esa aliada caprichosa que a veces insiste en mentirnos al oído.
Todo arranca con Nathan, un joven reservado que intenta rehacer su vida tras un episodio emocional que se insinúa pero no se explica del todo. Y aparece ella: Ruby. Fascinante, intensa, de esas personas que parecen vivir un paso más cerca del borde. Lo que sigue podría ser la típica cronología de una relación que pasa del encanto al espanto… pero la serie no juega a lo obvio. Más bien se mueve como un espejismo narrativo: cada escena desmonta la anterior, cada gesto que creíamos haber entendido se tuerce con una nueva capa de información que trastoca la lectura completa.
La producción —que combina la frialdad elegante del thriller europeo con una intimidad casi teatral— evita el cliché de “la novia peligrosa” y también el del “novio víctima”. Aquí nadie ocupa un lugar fijo en el tablero. El guion juega con las perspectivas como si fueran piezas móviles: lo que vemos es real… hasta que deja de serlo. Y es en ese quiebre donde The Girlfriend encuentra su encanto venenoso. La serie parece recordarnos que en las relaciones tóxicas no siempre hay monstruos evidentes: a veces lo realmente alarmante es aquello que cada uno decide ocultarse a sí mismo.
Prime Video encontró en esta historia un producto de alta tracción emocional: capítulos cortos, ritmo de montaña rusa y un uso magistral del silencio como parte del conflicto. Hay escenas en las que un gesto mínimo —una mirada sostenida, un comentario apenas susurrado— lleva más tensión que cualquier pelea abierta. Todo con una estética fría, casi minimalista, que hace que la incomodidad entre los personajes se sienta como un peso real en la habitación.
A medida que avanza, The Girlfriend se convierte en un estudio sobre la manipulación emocional en tiempos donde todo se registra, se archiva y se revisa como evidencia. Nada se queda quieto: ni los personajes, ni la memoria, ni la verdad. Por eso su desenlace funciona: no ofrece el tipo de cierre moral al que solemos aferrarnos; más bien deja la pregunta flotando como una advertencia suave, pero afilada. ¿Cuánto de lo que creemos sobre las personas que amamos está realmente sustentado en hechos… y cuánto en nuestras propias ficciones?
Con apenas seis episodios, la serie entrega lo que muchas producciones de diez no logran: precisión quirúrgica, tensión sin artificios y una historia que se pega a la piel. Y aunque habla de una relación tóxica, lo hace desde un ángulo que evita sermones y diagnósticos fáciles. The Girlfriend no se limita a contarte lo que pasó; te obliga a revisar dónde estabas parado mientras pasaba.
Si alguna vez has dicho “ya he visto una historia así”, esta miniserie llega a demostrarte —con calma, elegancia y mala fe calculada— que no, que realmente no la habías visto.