Hay series que no necesitan ruido para abrir conversaciones profundas. Wanderlust, la miniserie británica de seis episodios protagonizada por Toni Collette, volvió a escalar en el catálogo de Netflix Colombia gracias a un boca a boca persistente: el de quienes ven en ella un retrato honesto, lleno de grietas, sobre la intimidad adulta. Un matrimonio aparentemente estable entra en una zona sísmica cuando sus protagonistas, agotados por años de silencios y rutina, se preguntan si la monogamia sigue siendo el camino o si el deseo puede sobrevivir a formas nuevas, menos cómodas, pero más verdaderas.
Lejos del escándalo fácil, la serie creada por el dramaturgo Nick Payne desmonta con sutileza lo que pasa cuando una pareja de larga data deja de reconocer su propio reflejo. Y es allí, entre terapias, confesiones y acuerdos que se tambalean, donde Wanderlust se vuelve magnética: en la sinceridad casi brutal con la que observa el amor moderno, la erosión inevitable del deseo y las decisiones que tomamos —o evitamos— para seguir siendo nosotros mismos.
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Estrenada originalmente en 2018 como coproducción entre la BBC One y Netflix, Wanderlust sigue a Joy Richards (Collette), una terapeuta que, tras un accidente, comienza a cuestionar el rumbo emocional y sexual de su matrimonio con Alan (Steven Mackintosh). La recuperación física se convierte en un detonante, y lo que empieza como una conversación incómoda desemboca en una decisión que sacude sus vidas: abrir la relación. La serie no convierte esto en una fantasía ligera, sino en un espacio donde la vulnerabilidad pesa más que la novedad.
Con un guion que entiende el lenguaje interno de las parejas y actuaciones que exponen cada mínima fractura, Wanderlust se ha convertido en una especie de joya oculta, redescubierta una y otra vez por quienes buscan historias adultas, inteligentes y emocionalmente complejas. Es, en el fondo, una exploración sobre cómo sobrevivir al deseo sin perderse en el intento. Y por eso, incluso años después de su estreno, sigue despertando conversaciones que ningún algoritmo parece capaz de silenciar.
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En últimas, Wanderlust funciona porque no pretende ofrecer respuestas ni modelos de felicidad listos para usar. Su fuerza está en la humanidad incómoda de sus personajes, en la forma en que se permiten dudar, fallar y volver a intentarlo sin heroísmos. Es una serie que deja pulsando preguntas importantes —¿qué hacemos con el deseo cuando cambia?, ¿cómo se sostiene un vínculo cuando lo que antes funcionaba ya no basta?— y que invita a mirar las relaciones no desde el juicio, sino desde la honestidad. Quizás por eso, pese al paso del tiempo, sigue encontrando espectadores que se reconocen en su espejo.