Para muchos, Una noche en el museo no es solo una película: es un recuerdo. Es volver a la sala de cine, a la fascinación de ver cómo las piezas de un museo cobraban vida y cómo un guardia novato debía sobrevivir, literalmente, hasta el amanecer. Su llegada a Netflix trae de regreso uno de los títulos familiares más emblemáticos de los 2000 y abre la puerta para que nuevas generaciones descubran un tipo de comedia que ya casi no se hace: simple, divertida, disparatada y con un corazón inmenso.
Estrenada en 2006, la película consolidó a Ben Stiller como uno de los grandes rostros de la comedia contemporánea. Su interpretación de Larry Daley —un hombre común, sin demasiada suerte y con una buena dosis de inseguridades— conectó inmediatamente con el público. La trama era tan irresistible como su premisa: Larry acepta un trabajo nocturno en el Museo de Historia Natural sin saber que, por un hechizo antiguo, todas las exhibiciones despiertan cuando cae la noche. Lo demás es caos, humor, aventura y una creatividad que, a casi veinte años, sigue resultando refrescante.
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Más allá de Stiller, una de las claves del éxito fue su galería de personajes: desde el pequeño pero furioso Atila hasta el vaquero Jedediah interpretado por Owen Wilson, pasando por Teddy Roosevelt en la piel de Robin Williams, cuya calidez sigue siendo uno de los momentos más entrañables de la cinta. Una noche en el museo supo combinar efectos visuales innovadores para su época con un humor familiar que no subestimaba a su audiencia infantil.
El regreso de la película a Netflix también invita a mirar su impacto en aquel momento. La cinta no solo fue un éxito de taquilla global, sino que impulsó dos secuelas y se convirtió rápidamente en un referente para el cine de aventuras dirigido a familias. En un Hollywood donde la fantasía juvenil estaba dominada por sagas como Harry Potter o Las crónicas de Narnia, esta propuesta se destacó por su tono ligero y su narrativa accesible, capaz de reunir a varias generaciones frente a la pantalla.
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Hoy, su poder radica en otra cosa: la nostalgia. Revisitarla es recordar cómo el cine puede sorprender incluso sin grandes pretensiones. Y para quienes la verán por primera vez, es una oportunidad de descubrir una historia que funciona por su encanto atemporal y por ese espíritu juguetón que invita a imaginar qué pasaría si las vitrinas del museo cobraran vida una noche cualquiera.
Ya disponible en Netflix, Una noche en el museo llega para recordarnos por qué nos enamoramos del cine de aventuras familiares y por qué, a veces, la magia aparece en las historias más sencillas.