A veces, para comprender cómo se transforma una industria, basta con volver al origen. En el caso de la animación contemporánea, ese punto de partida tiene nombre propio: Pixar. Disney+ tiene disponible un documental que reconstruye el trayecto completo del estudio que redefinió la relación entre tecnología, arte y narración. Su valor no reside únicamente en el registro histórico, sino en la lucidez con la que permite entender por qué el cine animado no volvió a ser el mismo después de aquella revolución iniciada hace ya varias décadas.
La historia de Pixar, dirigido por Leslie Iwerks, atraviesa las primeras búsquedas del equipo que trabajaba en Lucasfilm a finales de los años setenta —cuando todavía no existía Pixar como empresa independiente— y lo acompaña desde sus experimentos iniciales con gráficos por computadora hasta la irrupción histórica de Toy Story en 1995. Lo hace con material de archivo que sorprende por su cercanía: reuniones técnicas, pruebas fallidas, frustraciones, pequeños avances que, en retrospectiva, terminaron desencadenando una de las transformaciones más profundas en la cultura audiovisual reciente.
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Lo interesante del documental no es solo la cronología. Es la manera en que retrata el choque constante entre dos lenguajes: el de la programación y el de la animación tradicional. Ed Catmull, John Lasseter y Alvy Ray Smith aparecen como figuras atravesadas por una misma inquietud: si las máquinas podían generar imágenes convincentes, ¿por qué no podrían contar historias? En ese cruce improbable —al que luego se sumaría Steve Jobs con la intuición empresarial que terminaría de dar forma al estudio— se gestó una filosofía que se mantuvo incluso cuando el éxito comercial se volvió abrumador.
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El documental también recupera el momento en que Pixar deja de ser un proyecto casi artesanal y se convierte en un actor mayor de Hollywood. Toy Story no fue solo un triunfo técnico; fue el inicio de una sensibilidad narrativa que entenderíamos mejor con los años: personajes vulnerables, mundos que conversan con la experiencia humana, una obsesión por el detalle visual y un respeto absoluto por la inteligencia del espectador. La combinación entre riesgo tecnológico y vocación artística convirtió al estudio en un referente global, y el documental muestra con claridad cómo esa identidad se fue construyendo a pulso, entre discusiones creativas y dudas sobre el futuro.
Revisitar este recorrido hoy tiene un efecto particular. Pixar ya no es la joven compañía que luchaba por demostrar que la animación digital podía emocionar tanto como cualquier obra dibujada a mano; ahora es un nombre que carga con un legado, expectativas y también cuestionamientos. En ese contexto, La historia de Pixar funciona como memoria y como espejo: recuerda por qué todo comenzó y, al mismo tiempo, sirve para pensar hacia dónde puede dirigirse la animación en un momento en el que las narrativas visuales cambian con tanta rapidez.
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Para quienes crecieron con las películas del estudio o simplemente sienten curiosidad por entender cómo se construye un lenguaje cinematográfico, el documental es una pieza indispensable. No solo ilumina los procesos internos de una compañía que convirtió la creatividad en método, sino que permite comprender la magnitud del impacto que tuvo Pixar en la cultura popular. Mirarlo hoy es casi un ejercicio de arqueología emocional: un regreso a ese instante en el que el cine animado decidió reinventarse.
Si algo demuestra La historia de Pixar es que las grandes innovaciones rara vez nacen de un plan maestro. Suelen aparecer cuando un grupo de personas, con recursos limitados y una terquedad compartida, decide explorar un territorio que no existe aún. Pixar hizo exactamente eso. Y el mundo del cine, sin saberlo, cambió para siempre.