Hay competencias laborales que se vuelven memorables, y luego está la que vemos en Vice Principals, la serie de HBO Max que convierte la ambición por un simple cargo escolar en un campo de batalla digno de tragedia griega… pero contado como una comedia negra que se devora a sí misma a carcajadas. Si buscas una serie corta, demoledora y perfecta para ver con amigos —de esas que generan comentarios en voz alta, risas incómodas y pactos de maratón—, aquí es donde la fiesta comienza.
La premisa parece sencilla: dos subdirectores resentidos, Neal Gamby (Danny McBride) y Lee Russell (Walton Goggins), están convencidos de que uno de ellos debe convertirse en el próximo director de la escuela. El problema es que el puesto no será para ninguno. La junta escolar contrata a una directora externa, la imperturbable Dra. Belinda Brown, y lo que ocurre desde ese momento es un descenso frenético hacia la conspiración, el sabotaje, el melodrama y un nivel de mezquindad que solo puede describirse como olímpico.
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Pero lo brillante de la serie no es su caos —que lo tiene, y mucho— sino la manera en que lo filma y lo convierte en espejo. Danny McBride y Jody Hill, un dúo experto en diseccionar el ego masculino, construyen aquí una sátira escolar que es también un retrato feroz de la ambición contemporánea: gente que se cree destinada a la grandeza, aunque su talento nunca alcance la altura de su vanidad. En manos de McBride y Goggins, esa arrogancia se vuelve arte.
Las actuaciones merecen una ovación aparte. McBride interpreta, como solo él sabe, a un hombre irascible, torpe y profundamente vulnerable, mientras que Walton Goggins crea una de las figuras más magnéticas de la comedia televisiva: un manipulador elegante, venenoso y encantador, que puede cambiar de sonrisa a amenaza sin mover un músculo. La química entre ambos es tan explosiva que convierte a Vice Principals en una pieza de culto instantánea.
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Otro punto a favor: su estructura cerrada. La serie fue concebida como una historia completa en dos temporadas y 18 episodios, lo que le da un ritmo contundente, sin rellenos ni desvíos inútiles. Es una bomba compacta: entra con fuerza, explota y se retira antes de desgastarse. En un ecosistema donde las series suelen estirarse más allá de lo razonable, Vice Principals se siente como una bocanada de narrativa honesta.
Visualmente, la serie juega con colores vibrantes, un montaje nervioso y escenas que navegan entre el absurdo y el thriller emocional. Cada episodio es un pequeño laboratorio de caos escolar, alimentado por traiciones, alianzas tóxicas, fiestas descontroladas, clases que nunca funcionan y un desfile de personajes secundarios tan entrañables como disfuncionales.
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Y sí: es perfecta para ver en compañía. Sus diálogos filosos provocan reacciones instantáneas; sus giros inesperados obligan a pausar para comentar; y su humor negro abre espacio para debates sobre liderazgo, poder y ese pequeño tirano que todos llevamos dentro (aunque lo neguemos).
Vice Principals es, en pocas palabras, un delirio delicioso: una comedia que se ríe del sistema escolar, del ego humano y de todo lo que ocurre cuando dos adultos se comportan como niños en busca de una corona que nadie pidió. Y lo que logra, entre carcajadas y caos, es algo raro en televisión: recordarnos que la ambición puede ser tan ridícula como peligrosa… y que nada une más a un grupo de amigos que ver a otros perder el control.