No veas, o sí, esta película de terror colombiana que llega a salas de cine del país en la recta final del 2025
Santiago Díaz Benavides
Desde 'Forrest Gump' hasta 'Interestelar', pasando por 'Guerra Mundial Z' y 'Naruto', puedo pasar horas hablando sobre mis producciones favoritas. Si me preguntas qué es lo que más me gusta del cine te diré que es mucho mejor que la vida.

Una apuesta que quiso ser terror psicológico de impacto, pero terminó convertida en un claro ejemplo de cómo una buena idea puede naufragar en la ejecución.

Santa Barbara Films

Hay películas que uno quiere que le gusten. Que uno entra a ver con la ilusión de que por fin el terror colombiano encuentre un nuevo impulso, una voz distinta, un riesgo necesario. Nota de voz, dirigida por David Bohórquez, parecía tener esa misión entre manos. Y quizá por eso la decepción pesa más. No porque la idea no tuviera potencial —lo tenía todo— sino porque la ejecución se queda corta en casi cada frente.

La premisa es interesante: una joven que empieza a recibir notas de voz inquietantes de su hermana fallecida, una muerte violenta que dejó heridas abiertas y preguntas insoportables. El duelo como médula del terror. El archivo digital como fantasma contemporáneo. Un mundo íntimo donde lo tecnológico y lo sobrenatural dialogan. En el papel, una fórmula prometedora; en la pantalla, un proyecto que tropieza en los mismos clichés de siempre.

Santa Barbara Films

El problema empieza por lo más visible: las actuaciones. Paulina Díaz Granados, a quien le abono su buen inglés, y David Palma parecen atrapados en un registro que no termina de cuajar. No hay organicidad, no hay verdad emocional, no hay riesgo. Es el tipo de actuación que uno encontraría en un comercial antes que en un largometraje que se toma tan en serio a sí mismo. Eso le resta credibilidad a los personajes y diluye cualquier tensión.

Captura de pantalla

El guion, lejos de explorar la complejidad emocional del duelo o la angustia que produce una pérdida no resuelta, se siente forzado. Quiere sonar internacional, pulido, “gringo”, y en esa búsqueda se pierde lo más valioso: el territorio, la identidad, la textura local. La película transcurre entre un suburbio de Atlanta, en Estados Unidos, y una Bogotá reconocible —la Bogotá dura de Tercer Milenio— pero nada en la narración lo admite. Los nombres de los personajes, las calles, la comida, el lenguaje… todo intenta maquillar lo evidente. Y ese disfraz, en lugar de elevar la historia, la desconecta de su propio contexto.

La ausencia de terror real es quizá lo más desconcertante. No hay atmósfera, no hay tensión, no hay un crescendo que sostenga la promesa del género. Hay, eso sí, subtramas que se sienten pegadas con cinta: la del acosador homosexual que aparece y desaparece, la dinámica familiar que no termina de definirse, los diálogos que funcionan más como explicación que como construcción narrativa.

Santa Barbara Films

Se entiende la fascinación de Bohórquez por el género, su formación en Estados Unidos y la búsqueda de un estilo propio. Pero en ese intento, Nota de voz parece más un ejercicio de imitación que una propuesta de autor. Y duele porque Colombia sí tiene tradición en el género: El Páramo, Pura Sangre, por mencionar algunos títulos, o más recientemente Los iniciados o, incluso, Monos, que demuestran que se puede pensar el horror y la tensión desde lo local sin complejos ni ansias de expatriación estética.

Aun así, vale la pena verla. No por virtud, sino por conversación. Porque también es necesario reconocer cuando una película no logra lo que promete, incluso si viene respaldada por una gran distribuidora como Santa Barbara Films. El cine nacional vive del diálogo honesto y del contraste. Si no hablamos de sus tropiezos, ¿cómo celebramos sus aciertos?

facebook Tweet
Noticias relacionadas