Esta película con Arnold Schwarzenegger es todo un clásico navideño y ya puedes verla en Netflix Colombia
Santiago Díaz Benavides
Desde 'Forrest Gump' hasta 'Interestelar', pasando por 'Guerra Mundial Z' y 'Naruto', puedo pasar horas hablando sobre mis producciones favoritas. Si me preguntas qué es lo que más me gusta del cine te diré que es mucho mejor que la vida.

Entre caos, risas y nostalgia, esta cinta de los 90 sigue recordándonos que el mejor regalo de todos no se compra en ninguna tienda.

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Hay películas que se vuelven parte del ritual navideño, aunque no lo planeemos. El regalo prometido (Jingle All the Way, 1996), con Arnold Schwarzenegger, es una de ellas. Para quienes crecimos en los años noventa, verla significaba entrar en esa mezcla perfecta de caos festivo y ternura familiar que solo el cine de la época sabía manejar. Hoy, casi tres décadas después, vuelve a estar disponible en Netflix Colombia para reavivar esa chispa nostálgica.

Dirigida por Brian Levant, la cinta sigue a Howard Langston, un padre de familia demasiado ocupado que promete a su hijo el juguete más codiciado del momento: el Turbo-Man. El problema es que llega la víspera de Navidad y el muñeco está agotado en todas las tiendas. Lo que sigue es una carrera frenética por toda la ciudad, con escenas que van del humor absurdo a la sátira del consumismo, mientras Howard compite con otro padre —interpretado por el comediante Sinbad— por conseguir el último ejemplar.

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En su momento, la crítica no fue amable con la película. Pero el público la adoptó como un clásico instantáneo. Parte del encanto radica en ver a Schwarzenegger —entonces conocido por su imagen de héroe imbatible en Terminator o Depredador— interpretando a un hombre común, torpe y desesperado por no fallarle a su hijo. Ese cambio de tono reveló un costado cómico y entrañable del actor, que muchos no habían visto.

Más allá de su trama aparentemente simple, El regalo prometido retrata con ironía el espíritu de las fiestas: la obsesión por cumplir expectativas materiales, el vértigo de los centros comerciales, y la inevitable conclusión de que lo esencial no cabe en una caja envuelta en papel brillante. A medida que Howard se sumerge en la locura colectiva, descubre que lo que su hijo realmente espera no es un juguete, sino su presencia.

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El resultado es una película que combina el humor físico de las comedias familiares de los 90 con el ritmo de una aventura de acción. Hay persecuciones, disfraces, explosiones de confeti y ese aire exagerado que solo el cine navideño puede justificar.

Verla hoy, entre luces y buñuelos, es reencontrarse con una época en la que las películas navideñas eran ingenuas sin ser tontas, emotivas sin pedir permiso. Y, por encima de todo, es recordar que, aunque los regalos cambien, la emoción de creer que algo extraordinario puede pasar en diciembre sigue intacta.

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