Hay algo profundamente atractivo en los villanos. En su estética, en su ambigüedad, en esa capacidad de romper las reglas que los héroes nunca se atreven a tocar. Y Disney lo sabe. Por eso, su nueva apuesta en el terreno del anime lleva esa fascinación al límite: Disney Twisted-Wonderland: The Animation, una producción que reimagina a los antagonistas clásicos del estudio en una historia mágica, misteriosa y, sobre todo, distinta.
Inspirada en el popular videojuego móvil homónimo creado por Aniplex y Walt Disney Japan, la serie nos transporta al Night Raven College, una academia donde cada dormitorio está inspirado en un villano icónico. Hay uno que evoca a Maléfica, otro a Úrsula, uno más a la Reina de Corazones… Todos conviven en un mismo espacio regido por reglas tan rígidas como caprichosas. Hasta que un día, un estudiante completamente ajeno a ese mundo —Yū Enma, el protagonista— aparece en la escuela a través de un espejo mágico. Sin poderes, pero con una curiosidad que desborda, intentará entender por qué fue elegido para estar allí.
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La serie, animada por Yumeta Company y Graphinica, está dirigida por Takahiro Natori y escrita por Yoichi Katō, quien adapta los primeros arcos del manga derivado del juego: Episode of Heartslabyul, Savanaclaw y Octavinelle. Su estreno mundial tuvo lugar el 29 de octubre de 2025 en Disney+, con ocho episodios que combinan el encanto visual del universo Disney con la oscuridad introspectiva del anime japonés.
Lo más interesante es el enfoque moral. Aquí no hay héroes y villanos tradicionales: los personajes son reinterpretaciones juveniles que encarnan la complejidad de la ambición, la envidia o el deseo de poder, pero también la lealtad y la redención. El resultado es una historia que desafía los moldes y que podría ser, al mismo tiempo, un tributo y una crítica a los cuentos de hadas que crecimos viendo.
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Si creciste amando a los villanos tanto como a los héroes —y si alguna vez te preguntaste cómo sería un Hogwarts diseñado por Disney—, este anime puede ser tu nueva obsesión. Porque, a fin de cuentas, en Twisted-Wonderland, lo prohibido siempre resulta más tentador.