Desde su estreno, Los iniciados se convirtió en un fenómeno inesperado. Basada en el universo literario de Mario Mendoza y dirigida por Juan Felipe Orozco, la película alcanzó una proyección internacional que pocas producciones colombianas han logrado. Lo que empezó como una apuesta arriesgada por llevar al cine la historia de Frank Molina, un periodista atormentado por su pasado y su entorno, terminó convirtiéndose en una de las joyas audiovisuales más comentadas del catálogo de Prime Video.
Que Mendoza estuviera involucrado en el proyecto ya era una garantía, pero nadie anticipaba el alcance global que obtendría. En Estados Unidos, Los iniciados escaló rápidamente hasta el Top 10 de la plataforma, sorprendiendo tanto a la crítica como a los espectadores que suelen asociar el cine colombiano con un tono más costumbrista o social. Esta vez, el terreno fue distinto: una Bogotá distópica, lluviosa y decadente, más cercana a los escenarios de Blade Runner o Seven que a los dramas tradicionales del país.
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La dirección de Orozco, con claras referencias al cine negro y al thriller contemporáneo, aporta una atmósfera visual y narrativa que se siente universal. No es casual que muchos espectadores comenten que “no parece una película colombiana”, y es precisamente ahí donde radica buena parte de su mérito: Los iniciados rompe con los moldes habituales del cine nacional y se atreve a explorar una estética que trasciende fronteras.
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El guion, firmado por Nicolás Serrano y Esteban Orozco junto al propio Mendoza, construye un relato sólido, donde la corrupción, el periodismo y la búsqueda de la verdad se cruzan en un universo que respira misterio y fatalismo. La impronta visual de Keco Olano y Heidi Muskus —colaboradores habituales de Mendoza en sus novelas gráficas— termina de completar la identidad visual del filme, dotándolo de un aire sombrío y sofisticado que recuerda a las mejores producciones del género.
En medio de un reparto correcto, es imposible no destacar a Andrés Parra, cuya interpretación de Frank Molina es el corazón de la película. Su presencia impone, su voz arrastra el peso del desencanto y su mirada sostiene el relato incluso en sus momentos más oscuros. Parra consigue lo que pocos logran: hacer de un personaje literario un ser de carne, contradicción y desesperanza. Sin él, como bien señalaron algunos críticos, Los iniciados no tendría el mismo impacto.
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Desde Monos, pocas películas colombianas habían generado tanta conversación por su factura técnica y su ambición narrativa. Los iniciados confirmó que el cine nacional está listo para mirar hacia otros horizontes, para narrarse desde lo fantástico y lo urbano, sin miedo a la sofisticación ni al riesgo.
En tiempos donde las plataformas de streaming dictan lo que se ve en el mundo, que una producción colombiana figure junto a los grandes títulos internacionales es más que un logro: es una señal de madurez. Los iniciados no solo adapta el universo de Mendoza, sino que lo expande, lo reinventa y lo proyecta hacia el futuro del cine latinoamericano.