Cuando se estrenó Pablo Escobar: El Patrón del Mal en 2012, Colombia se detuvo frente a la pantalla. Protagonizada por Andrés Parra y producida por Caracol Televisión, la serie reconstruyó el ascenso y la caída del narcotraficante más temido del país con un nivel de detalle pocas veces visto. Pero también levantó polémicas: ¿hasta qué punto fue una biografía fiel y en qué momento se convirtió en una dramatización necesaria para atrapar a la audiencia?
Gran parte de la fuerza de El Patrón del Mal radica en su base documental. La serie se apoyó en el libro La parábola de Pablo de Alonso Salazar, exalcalde de Medellín, y en testimonios de víctimas, periodistas y exintegrantes del cartel. El relato de su infancia en Envigado, su ingreso al contrabando y su creación del Cartel de Medellín son hechos comprobados. También lo son la toma del edificio Mónaco, el atentado contra Luis Carlos Galán y la explosión del avión de Avianca, tragedias que marcaron la historia reciente del país y que fueron recreadas con precisión.
Captura de pantalla
Sin embargo, no todo en El Patrón del Mal responde a la realidad. Muchos personajes fueron fusionados o rebautizados para proteger identidades y evitar demandas. La figura de la periodista que investiga los crímenes de Escobar, por ejemplo, es una mezcla de varias reporteras que cubrieron la época. Lo mismo ocurre con algunos miembros del cartel y de las fuerzas del orden, cuyas historias se condensaron para simplificar la narrativa. Estas licencias ayudaron a construir un ritmo de thriller que la serie necesitaba para mantener su impacto dramático.
Andrés Parra asumió uno de los papeles más complejos del audiovisual colombiano. Su interpretación humaniza al criminal sin justificarlo, mostrando su lado familiar, sus contradicciones y su ambición desmedida. Este equilibrio fue intencional: los guionistas buscaron retratar al hombre detrás del mito sin convertirlo en héroe ni en caricatura. Aun así, el magnetismo del personaje terminó generando un fenómeno cultural que trascendió fronteras y fue replicado por otras producciones como Narcos o El Chapo.
Netflix
Con el tiempo, el debate sobre El Patrón del Mal se ha desplazado hacia su impacto en la memoria colectiva. Para algunos, la serie ayudó a entender una etapa oscura del país; para otros, corrió el riesgo de glorificar la figura del narcotraficante. Lo cierto es que su minucioso trabajo de producción —locaciones, vestuario y ambientación— convirtió cada episodio en un documento visual de una época marcada por la violencia y la desigualdad.
A trece años de su estreno, la serie sigue siendo una referencia obligada para analizar cómo el país narra su propio pasado. Su mezcla de hechos reales y ficción dramática refleja la dificultad de mirar de frente una historia todavía dolorosa. Y aunque hoy nuevas series buscan revisar el fenómeno del narcotráfico con enfoques distintos, pocas han logrado el mismo equilibrio entre rigor histórico y fuerza narrativa.