Han pasado más de diez años desde Tron: Legacy y, aunque las expectativas eran tan luminosas como las motos de luz que surcan su mundo digital, Tron: Ares llega con un aire de moderación y madurez. Dirigida por Joachim Rønning y protagonizada por Jared Leto, Evan Peters y Greta Lee, la película busca expandir el universo de la red, ahora bajo la mirada de una inteligencia artificial que se enfrenta a los límites de su propia existencia.
Las primeras reacciones de la crítica internacional fueron mixtas. En Rotten Tomatoes, la cinta se mantiene alrededor del 60 % de aprobación: los especialistas elogian sus efectos visuales, su diseño de producción y la banda sonora de Nine Inch Nails, pero cuestionan su falta de emoción y una historia que, aunque ambiciosa, no termina de despegar. Para algunos, es “un espectáculo vacío”; para otros, un regreso nostálgico a una estética que el cine contemporáneo había dejado atrás.
Cinecolor Colombia
El público, sin embargo, parece más entusiasta. En salas IMAX y formatos 3D, Tron: Ares se disfruta como una experiencia sensorial: los combates, las persecuciones y los destellos de neón hacen que sea imposible apartar la vista de la pantalla. Y aunque el guion no alcanza la densidad de su universo visual, hay algo innegablemente hipnótico en esa mezcla de música industrial, acción coreografiada y futurismo retro.
Cinecolor Colombia
Personalmente, la película me gustó. No puedo decir que me haya dejado gratamente sorprendido, pero sí salí tranquilo con el resultado. Si uno es amante del universo Tron, esta cinta juega sobre terreno seguro: tiene carreras de motocicletas, secuencias de combate bien coreografiadas, inteligencia artificial, una ambientación impecable y, por supuesto, a Jared Leto. El actor y músico cumple —no de forma brillante, pero sí suficiente— para sostener el papel protagónico con carisma. Evan Peters, por otro lado, brilla en su rol de villano: su interpretación de un cobarde obsesionado con el poder le da a la película el peso que la historia necesitaba.
Tron: Ares no será la mejor película del género, pero sí una de las más entretenidas de este año. Es una producción pensada para disfrutar, no para analizar; para sumergirse en su estética, dejarse llevar por la música y, al salir, sentir que se ha visitado un mundo digital que sigue latiendo con energía propia. En un panorama saturado de secuelas innecesarias, esta, al menos, mantiene el espíritu y la elegancia de su legado.