Incómoda y perturbadora: Así es la nueva serie de Netflix sobre Ed Gein que ya es de lo más visto en Colombia
Santiago Díaz Benavides
Desde 'Forrest Gump' hasta 'Interestelar', pasando por 'Guerra Mundial Z' y 'Naruto', puedo pasar horas hablando sobre mis producciones favoritas. Si me preguntas qué es lo que más me gusta del cine te diré que es mucho mejor que la vida.

La producción de Ryan Murphy vuelve a sumergirse en la mente de un asesino real. Su crudeza y su mirada incómoda sobre la cultura del horror han dividido a la crítica y al público.

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Netflix lo ha vuelto a hacer: convertir el horror más profundo en fenómeno de audiencia. Monster: The Ed Gein Story, tercera entrega de la antología creada por Ryan Murphy e Ian Brennan, se ha posicionado en el top de lo más visto en Colombia apenas días después de su estreno. Pero a diferencia de sus predecesoras —dedicadas a Jeffrey Dahmer y a los hermanos Menéndez—, esta nueva temporada provoca un malestar distinto, más silencioso y persistente. No se trata solo de observar los crímenes de un asesino serial, sino de mirar, sin escapatoria, lo que esa fascinación dice sobre nosotros.

La serie reconstruye la vida de Ed Gein, el granjero de Wisconsin cuya historia inspiró a personajes icónicos del terror como Norman Bates (Psicosis), Leatherface (La masacre de Texas) o Buffalo Bill (El silencio de los inocentes). Monster no se detiene en los clichés del asesino grotesco: intenta explorar la psicología de un hombre marcado por una madre autoritaria y una educación religiosa enfermiza, que derivaron en una obsesión con la muerte y la mutilación. El resultado, sin embargo, ha sido recibido con opiniones encontradas.

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Por un lado, la crítica internacional ha destacado la potente actuación de Charlie Hunnam, quien encarna a Gein con una mezcla de fragilidad y repulsión que hiela la sangre. La ambientación —una América rural y gris de los años cincuenta— logra transmitir una sensación de encierro casi opresiva. El trabajo de fotografía y dirección de arte recrea con detalle los espacios lúgubres donde el asesino vivió y cometió sus atrocidades, haciendo del entorno un personaje más.

No obstante, los cuestionamientos no han tardado en aparecer. Algunos críticos consideran que la serie pierde fuerza narrativa en los episodios finales, cuando intenta mostrar a un Gein “humanizado”, confinado en un manicomio y enfrentado a sus fantasmas. Allí, el guion se desdibuja y corre el riesgo de otorgarle al asesino una dimensión casi redentora, olvidando que detrás de su historia hubo víctimas reales, familias destruidas y una comunidad marcada por el horror.

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Esa omisión no ha pasado desapercibida para los espectadores más atentos. En redes sociales, muchos han señalado que la serie falla en dar voz al dolor de las víctimas, centrándose, en cambio, en la construcción del mito. Porque si algo ha caracterizado el legado de Ed Gein es su capacidad para trascender el crimen y convertirse en ícono cultural: su figura ha inspirado películas, cómics, novelas y hasta sátiras animadas. En ese sentido, la serie funciona como espejo de una sociedad que continúa consumiendo la violencia como entretenimiento, sin cuestionar demasiado las fronteras éticas de esa fascinación.

Monster: The Ed Gein Story es, ante todo, una experiencia incómoda. No porque muestre imágenes explícitas —aunque las hay—, sino porque obliga al espectador a enfrentarse a su propia morbosidad. ¿Por qué seguimos mirando? ¿Qué buscamos cuando Netflix nos ofrece otra historia de un asesino real? Ryan Murphy parece responder sin decirlo: el monstruo, en última instancia, no está solo en la pantalla, sino también en quienes no podemos apartar la mirada.

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