En tiempos donde las producciones de Netflix suelen apostar a lo seguro —grandes presupuestos, fórmulas repetidas y géneros de fácil consumo—, cada tanto aparece una joya que sorprende por su autenticidad. Ese es el caso de División Palermo, una comedia argentina que desde su estreno en 2023 se ganó un lugar en la conversación global y que hoy sigue conquistando a quienes buscan una serie corta, inteligente y, sobre todo, muy graciosa.
La premisa parece simple: un grupo de ciudadanos, cada uno con particularidades físicas, sociales o culturales, es reclutado para formar parte de una “guardia urbana inclusiva” en Buenos Aires. La idea oficial, más que garantizar seguridad, responde a una estrategia de marketing político: mostrar diversidad, ganar titulares fáciles y tranquilizar a la opinión pública. Pero lo que arranca como una movida publicitaria rápidamente se transforma en un caos desbordado por situaciones inesperadas, donde la risa siempre tiene un trasfondo crítico.
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Detrás de la serie está Santiago Korovsky, quien no solo la creó, sino que también la protagoniza y se rodeó de un elenco coral de lujo: Pilar Gamboa, Daniel Hendler, Martín Garabal, Charo López y más. Entre todos construyen un universo que se mueve entre lo absurdo y lo reconocible, con diálogos cargados de ironía y escenas que sacan carcajadas incluso en los momentos más tensos.
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Lo que diferencia a División Palermo de otras comedias es su capacidad para reírse de lo políticamente correcto sin burlarse de la diversidad. El humor negro que atraviesa la serie no ridiculiza a los personajes, sino que los humaniza. Cada integrante de la guardia tiene una voz propia, y lo que podría parecer un estereotipo termina convertido en un retrato lleno de matices. La serie logra lo que muchas producciones fallan en alcanzar: que el espectador se ría, reflexione y empatice al mismo tiempo.
Otro de sus grandes aciertos es el formato breve y ágil. La primera temporada tiene ocho episodios de alrededor de 30 minutos cada uno. Eso la hace perfecta para maratonear en una tarde de fin de semana, sin que el ritmo decaiga ni un segundo. La edición dinámica, los diálogos filosos y la construcción de gags recurrentes convierten a la serie en un festín de humor que nunca se siente forzado.
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El fenómeno de División Palermo también radica en su capacidad de trascender fronteras. Aunque está plagada de referencias porteñas y giros propios del humor argentino, la sátira sobre la política, la inclusión superficial y la burocracia ridícula conecta fácilmente con espectadores de cualquier parte del mundo. Porque al final, todos reconocemos esos discursos huecos que se venden como grandes logros y terminan siendo puro maquillaje.
En definitiva, si esta semana no tienes serie para engancharte, División Palermo es la elección ideal: fresca, irreverente, corta y con un sello que la distingue de todo lo que hay en la plataforma. Es la prueba de que, a veces, la mejor comedia surge cuando nos atrevemos a reírnos de aquello que se supone intocable.