En Netflix: la película asiática de terror corporal que mezcla maternidad y dolor con una crudeza estremecedora
Santiago Díaz Benavides
Desde 'Forrest Gump' hasta 'Interestelar', pasando por 'Guerra Mundial Z' y 'Naruto', puedo pasar horas hablando sobre mis producciones favoritas. Si me preguntas qué es lo que más me gusta del cine te diré que es mucho mejor que la vida.

Una nueva propuesta de cine indonesio irrumpe en la plataforma con una historia inquietante. Entre lo psicológico y lo físico, el filme expone un retrato descarnado de lo que significa vivir atrapada en un cuerpo que ya no obedece.

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Netflix continúa sorprendiendo a sus suscriptores con títulos que llegan desde Asia y que ponen a prueba los límites del espectador. Ese es el caso de Una mujer normal (A Normal Woman), un intenso drama psicológico con tintes de horror corporal dirigido por Lucky Kuswandi, que desde su estreno se ha convertido en una de las películas más comentadas del catálogo.

La historia sigue a Milla, una mujer de clase alta en Yakarta que, a primera vista, parece tener la vida perfecta: un esposo devoto, una familia influyente y una reputación intachable. Sin embargo, esa aparente normalidad se quiebra cuando su cuerpo empieza a manifestar síntomas inexplicables: hemorragias, erupciones, dolores que no encuentran diagnóstico y visiones que la llevan a cuestionar qué es real y qué está siendo reprimido en su memoria.

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El filme se mueve en la delgada frontera entre el suspenso psicológico y el terror corporal, con escenas que incomodan por su crudeza y que recuerdan a clásicos contemporáneos del género. Pero lo que distingue a esta producción indonesia es la manera en que utiliza el horror físico como metáfora de presiones sociales y traumas heredados. Milla no solo enfrenta el deterioro de su organismo, sino también el peso de una maternidad idealizada y la exigencia constante de encajar en un molde de perfección femenina.

Con menos de dos horas de duración, Una mujer normal logra construir un relato en el que la tensión nunca decae. La cámara se acerca con insistencia al cuerpo de la protagonista, subrayando la fragilidad y la violencia simbólica que atraviesan su día a día. El guion, coescrito por Kuswandi y Andri Chung, ofrece una narrativa ambigua que obliga al espectador a preguntarse si lo que ocurre es producto de una enfermedad real, de la mente perturbada de Milla o de un secreto familiar cuidadosamente enterrado.

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Marissa Anita, en el papel principal, entrega una interpretación visceral que sostiene la película casi por completo. Su trabajo transmite tanto vulnerabilidad como rabia contenida, convirtiendo a su personaje en un símbolo de resistencia frente a un entorno que la silencia. A su lado, el elenco secundario aporta capas de control, sospecha y represión que completan un retrato sofocante.

En un panorama en el que el terror asiático continúa reinventándose, Una mujer normal se erige como una propuesta inquietante, capaz de incomodar y de abrir debates sobre identidad, memoria y el precio de mantener las apariencias. Más que un simple thriller, es una radiografía brutal de cómo el dolor físico y emocional pueden entrelazarse hasta desdibujar los límites de lo humano.

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