Pocas producciones en el catálogo de Netflix han logrado el equilibrio entre lo entrañable y lo perturbador como El mundo oculto de Sabrina. Estrenada en 2018 y concluida en 2020, la serie fue más que un simple “reboot” de la recordada comedia noventera Sabrina, la bruja adolescente. Con un giro radical hacia lo gótico, lo feminista y lo satánico, este título se convirtió en uno de los precursores del auge de ficciones juveniles oscuras, un camino que más tarde recorrería con éxito Merlina.
La historia sigue a Sabrina Spellman, interpretada por Kiernan Shipka, una adolescente mitad humana y mitad bruja que debe enfrentar dilemas existenciales en un entorno marcado por rituales, pactos y tentaciones. Aunque la premisa parte del cómic Chilling Adventures of Sabrina, la serie encontró en Netflix un espacio para explorar debates actuales como la autonomía femenina, la diversidad de identidades y la crítica a instituciones religiosas. Así, lo que pudo haber sido un simple ejercicio de nostalgia terminó erigiéndose como una pieza culturalmente significativa.
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Uno de los grandes aportes de la serie fue darle un giro a la representación de la bruja en la cultura pop. Ya no se trataba de un personaje cómico o decorativo, sino de una figura de poder, rebelión y resistencia. Sabrina encarna la lucha entre el mandato social y el deseo de autodeterminación, un tema que resonó fuertemente en una generación de espectadores que buscaba relatos con lecturas críticas de género.
El elenco secundario también aportó a la riqueza del relato. Lucy Davis y Miranda Otto reinterpretaron con fuerza a las tías Hilda y Zelda, Chance Perdomo se ganó el cariño del público como Ambrose, y Michelle Gomez se convirtió en una de las villanas más memorables de la pantalla chica reciente con su Madame Satan. Este grupo de personajes permitió que la serie encontrara momentos de calidez y humor dentro de un universo cargado de demonios, sangre y conjuros.
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En lo cultural, El mundo oculto de Sabrina no estuvo exenta de polémicas. La inclusión explícita del satanismo como estética y narrativa generó titulares internacionales e incluso enfrentó demandas de la Iglesia Satánica por el uso de la estatua de Baphomet. Pero lejos de restarle impacto, esa controversia potenció el alcance de la serie, consolidándola como un producto de culto. A su vez, la representación de personajes afrodescendientes, pansexuales y trans abrió espacios de discusión en la televisión juvenil sobre diversidad e inclusión, aunque no sin críticas sobre los límites de la representación.
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La cancelación tras cuatro partes dejó a los fanáticos con la sensación de que la historia quedó inconclusa. Sin embargo, el legado de Sabrina en la pantalla no se evaporó. Su estética gótica, su apuesta por un tono oscuro y su mezcla entre lo entrañable y lo aterrador pueden rastrearse en el fenómeno de Merlina, otro gran éxito de Netflix que retomó la fórmula y la adaptó a una nueva audiencia. En ambos casos, la combinación de lo familiar con lo inquietante resultó un cóctel irresistible para un público global.
Hoy, revisitar El mundo oculto de Sabrina en Netflix es sumergirse en una propuesta que mezcla calidez y terror, nostalgia y modernidad, risas y pesadillas. Una serie que no solo redefinió un ícono televisivo, sino que también sembró el camino para nuevas heroínas góticas en la era del streaming. Y para un fin de semana, es una apuesta que combina el encanto de lo familiar con la intensidad de lo oscuro.