El catálogo de Netflix se ha llenado en los últimos meses de estrenos llamativos, pero pocas veces aparece una joya capaz de conjugar la nostalgia, el amor perdido y la fuerza de la sencillez como lo hace Blue Jay. Estrenada en 2016 y dirigida por Alexandre Lehmann, esta película en blanco y negro vuelve a ponerse en el radar de los espectadores, recordándonos que las grandes historias no necesitan artificios para dejar huella.
La trama es tan simple como demoledora: Jim (Mark Duplass) y Amanda (Sarah Paulson), novios de adolescencia, se reencuentran por azar en un pequeño pueblo californiano tras veinte años sin verse. Lo que en principio es un encuentro incómodo en un supermercado, evoluciona a una tarde y una noche en las que ambos reviven recuerdos, se enfrentan a decisiones pasadas y juegan a imaginar qué habría sido de sus vidas si hubieran seguido juntos.
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Lejos del melodrama y de los clichés del romance hollywoodense, Blue Jay se nutre de la tradición del mumblecore, un estilo de cine independiente que privilegia diálogos improvisados, actuaciones naturales y presupuestos mínimos. En apenas 85 minutos, la película logra construir un retrato conmovedor sobre el primer amor y el peso de las elecciones, con un nivel de intimidad que pocas producciones contemporáneas alcanzan.
La elección del blanco y negro no es casual. Más que un recurso estético, funciona como un dispositivo emocional: inyecta a la cinta un tono onírico, suspendido entre el pasado y el presente. Cada gesto, cada mirada y cada silencio adquieren un peso adicional, reforzando la idea de que los protagonistas habitan un espacio íntimo donde los recuerdos cobran vida. Hay momentos memorables —como la escucha de viejas cintas caseras o una canción improvisada— que capturan la esencia de lo que significa reencontrarse con alguien que marcó la juventud.
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Blue Jay también se inscribe en la obra de los hermanos Duplass, figuras clave del cine independiente estadounidense. Mark, además de protagonizar, firma el guion y aporta su visión sobre esos “hombres quebrados” que intentan reconciliarse con la adultez. Su interpretación, vulnerable y sincera, encuentra en Sarah Paulson una contraparte perfecta: Amanda es, a la vez, un personaje sólido y frágil, capaz de transmitir la complejidad de los sentimientos que resurgen tras años de distancia.
Más que una película romántica, esta es una meditación sobre el paso del tiempo, la memoria y la posibilidad de segundas oportunidades. Sin respuestas fáciles ni finales complacientes, Blue Jay invita a reflexionar sobre lo que significa crecer, perder y volver a encontrarse. Disponible ya en Netflix, es una experiencia imprescindible para quienes buscan en el cine emociones auténticas, lejos de lo predecible.