La segunda temporada de Merlina debutó en Netflix con la promesa de un tono más oscuro, un elenco reforzado y la esperada participación de Lady Gaga. Su nombre, de inmediato, disparó la atención de medios y fanáticos, pues la idea de verla como Rosaline Rotwood, una maestra legendaria de Nevermore, parecía encajar a la perfección con la estética gótica de la producción. Y aunque el cameo cumplió con la fuerza visual y la intensidad interpretativa que caracteriza a la artista, terminó siendo apenas un destello en una temporada que no logró convencer del todo.
El episodio seis, donde Gaga aparece, generó un punto alto en la narrativa: su personaje, con el poder de imponer maldiciones y guiar a Merlina en un momento crítico, aportó intriga y un giro inesperado con el intercambio de cuerpos entre la protagonista y Enid. Incluso sumó un nuevo tema a la banda sonora, “The Dead Dance”, que acentuó el aire sobrenatural de la historia. Pero la ilusión se desinfló pronto: su aparición apenas duró minuto y medio en pantalla, lo que resultó insuficiente para quienes aguardaban un rol central.
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La decepción no estuvo ligada a la actuación de Gaga, calificada como impecable, sino a la brevedad de su intervención. Durante meses se había alimentado la expectativa de que tendría un peso mayor en la trama. En cambio, su presencia se limitó a un cameo que, si bien dejó abierta la posibilidad de un regreso en el futuro, no cumplió con lo prometido en la previa.
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Más allá de esta participación estelar, la temporada se enfrenta a un dilema mayor: la dificultad de sostener el fenómeno global que fue su primera entrega. Aunque la crítica especializada destacó que el inicio del nuevo ciclo es más equilibrado y oscuro que el anterior, también coincidió en que la serie “lucha contra el peso de su propia popularidad”. Algunos medios como The Guardian aplaudieron el carisma de Jenna Ortega, mientras otros, como AV Club o Polygon, señalaron que la producción desperdicia a su elenco y que la narrativa parece atrapada entre fórmulas repetidas y giros previsibles.
El resultado es una temporada que, pese a sus aciertos técnicos y a momentos de brillantez, no logra mantener la chispa de novedad. La llegada de Lady Gaga se sintió más como una estrategia de mercadeo que como un movimiento narrativo sólido. Y aunque su cameo se convirtió en el instante más comentado del ciclo, no bastó para acallar la sensación de que Merlina atraviesa una etapa de transición: atrapada entre el intento de superar su primera temporada y la necesidad de reinventarse para no perder el favor del público.