Desde su estreno en Disney+, Thunderbolts ha escalado hasta los primeros lugares del ranking de la plataforma, convirtiéndose en una de las producciones más vistas del MCU en los últimos meses. La expectativa no era menor: la película prometía un enfoque distinto al habitual, al reunir a personajes que en otras entregas habían sido villanos o antihéroes para darles una nueva narrativa. Sin embargo, la recepción ha sido más ambivalente de lo que Marvel seguramente esperaba.
El filme arranca con una premisa atractiva: un grupo de figuras marginadas, que hasta entonces habían representado la cara más oscura del universo superheroico, es convocado para cumplir una misión que pone a prueba su lealtad, sus diferencias ideológicas y su capacidad de trabajar en equipo. El elemento político, encarnado en la figura de una villana que busca dividirlos, parecía ofrecer un terreno fértil para un relato con mayor madurez y complejidad. No obstante, lo que prometía ser un giro adulto dentro de la franquicia termina diluyéndose en una fórmula más conocida y segura.
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El mayor reproche que hacen los críticos y buena parte del público es la sensación de intervención evidente de Disney en las decisiones de guion. Cuando todo apuntaba a un desenlace oscuro, la película opta por una resolución mucho más ligera: los protagonistas encuentran su redención y se convierten en héroes gracias a la fuerza de su unión. Un cierre que muchos califican de “moralina” y que contrasta con el tono sombrío que el proyecto parecía construir en sus primeros compases.
El desequilibrio entre los personajes también ha sido un punto recurrente en las reseñas. Con un reparto coral que reunía a varias figuras conocidas, solo uno de ellos logra brillar con fuerza, mientras los demás terminan relegados al rol de acompañantes. La oportunidad de explorar en profundidad la psicología de estos “chicos malos” se desperdicia en favor de un guion que se concentra en los lugares comunes de la franquicia.
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La villana principal, llamada a ser el motor del conflicto, tampoco logra convencer. Su papel, centrado en dividir al equipo a partir de cuestiones políticas, carece de la contundencia que el relato necesitaba. Lo que podría haber sido un examen interesante sobre lealtades, ideologías y fracturas sociales termina siendo un esbozo tibio, incapaz de sostener la tensión dramática.
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Esto no significa que Thunderbolts carezca de méritos. La película tiene secuencias de acción sólidas, un ritmo que no decae y actuaciones que, en ciertos momentos, rescatan la emoción del espectador. Florence Pugh y Lewis Pullman han recibido elogios por la intensidad de sus interpretaciones, aportando credibilidad a un guion que, por momentos, se siente más débil de lo que debería. Además, la exploración de temas como la soledad, la depresión y la búsqueda de redención añade un matiz que la distingue de otras entregas del MCU.
Así pues, Thunderbolts es una cinta que divide. Para algunos, representa un aire fresco al mostrar a personajes marginales y darle un peso dramático a sus motivaciones. Para otros, se trata de una oportunidad desperdiciada, suavizada por decisiones de estudio que la acercan más a un producto familiar que a la historia adulta y arriesgada que se anunciaba. El éxito en Disney+ muestra que el interés por Marvel sigue intacto, pero también que el público comienza a exigir relatos más consistentes y menos dependientes de fórmulas ya gastadas.