Hayao Miyazaki, uno de los cineastas más influyentes de todos los tiempos, es conocido por dar vida a clásicos como Mi vecino Totoro, La princesa Mononoke y la oscarizada El viaje de Chihiro. Sin embargo, detrás de la magia de esas historias existe un artista de carne y hueso, perfeccionista y apasionado, cuya vida y proceso creativo pocas veces han sido mostrados con tanta franqueza como en 10 años con Hayao Miyazaki. Este documental, disponible de manera gratuita en la página oficial de NHK, es una joya imprescindible para entender al hombre detrás de Studio Ghibli.
Rodado durante una década completa, el proyecto acompaña al director en momentos cruciales de su carrera. Desde los primeros bocetos de Ponyo en el acantilado hasta la producción de Se levanta el viento —la película que entonces parecía su despedida del cine—, la cámara se convierte en testigo privilegiado de su rutina diaria en el estudio. A lo largo de cuatro episodios de 49 minutos cada uno, el espectador se asoma a la mesa de dibujo del maestro japonés, descubre sus manías, su exigencia feroz y su lado más humano, a veces irascible, siempre comprometido con el acto de crear.
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El documental no solo sigue la gestación de algunas de sus películas más importantes, también muestra la compleja relación con su hijo Goro, también cineasta, y las tensiones que surgieron durante la producción de Cuentos de Terramar y La colina de las amapolas. En esas escenas, Miyazaki se revela como un padre crítico, severo, pero también como alguien incapaz de desligarse de su visión artística cuando de animación se trata. Es este retrato sin adornos lo que convierte a 10 años con Hayao Miyazaki en una pieza fundamental para comprender la dimensión del creador.
Lejos de ser un documental complaciente, la serie desnuda las contradicciones del director: su obsesión con el trabajo, su permanente inconformidad, pero también su capacidad de asombro ante lo más simple. En cada trazo se refleja su fascinación por la naturaleza, su desconfianza hacia la tecnología y su compromiso con una animación artesanal que se niega a desaparecer frente a la inmediatez digital.
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La gran virtud de esta producción es que no busca ensalzar a Miyazaki como una figura inalcanzable, sino mostrarlo en su fragilidad, en la duda que acompaña cada decisión creativa. Así, el espectador se encuentra con un hombre que se cuestiona constantemente, que tropieza, que se enfada y que, aun así, logra levantar universos enteros en la pantalla.
Disponible en japonés con subtítulos en trece idiomas —incluido el español—, 10 años con Hayao Miyazaki es más que un documento audiovisual: es la posibilidad de entrar en la intimidad de uno de los grandes genios del cine contemporáneo. Para los fanáticos de Studio Ghibli y para cualquier amante del arte, es una cita ineludible que nos recuerda que incluso los creadores más grandes son, ante todo, profundamente humanos.