Durante décadas, la lucha libre profesional ha estado rodeada de un debate recurrente: ¿es real lo que ocurre sobre el ring o es solo una ficción bien montada? Wrestlemania, la vitrina más grande de la WWE, ha alimentado esa discusión año tras año, mientras millones de espectadores se entregan al espectáculo como si de una final de fútbol se tratara. Para quienes siempre se han preguntado qué hay detrás de las cámaras, Netflix lanzó Vince McMahon: El titán de la WWE, una miniserie documental que desmonta mitos, expone verdades incómodas y, sobre todo, humaniza a uno de los hombres más controvertidos del entretenimiento: Vince McMahon.
La producción, de seis episodios, no es un simple repaso de la historia de la WWE. Tampoco se limita a enumerar los momentos icónicos de Hulk Hogan, The Rock o John Cena. Lo que ofrece es una radiografía íntima de cómo McMahon convirtió un negocio familiar en un fenómeno cultural global, y de cómo ese ascenso estuvo marcado tanto por la genialidad empresarial como por las contradicciones personales. A lo largo de los capítulos, queda claro que lo que parecía un show guionado era, en realidad, el reflejo de un estilo de vida que mezclaba ficción y realidad hasta confundirse.
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Uno de los ejes narrativos más interesantes es la delgada línea entre Vince McMahon y su personaje televisivo, el despótico “Mr. McMahon”. El documental plantea una pregunta inevitable: ¿cuánto del empresario había en el villano de pantalla y cuánto del villano se trasladaba al hombre de carne y hueso? Para los fanáticos, puede ser un juego de espejos fascinante; para quienes nunca se interesaron por la lucha libre, es un recordatorio de que todos, en algún nivel, construimos personajes frente al mundo.
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La miniserie también retrata a McMahon como hijo, esposo y padre. El espectador descubre las tensiones familiares que se escondían detrás de las luces del espectáculo: los intentos de sus hijos Shane y Stephanie por heredar el legado, la influencia de su esposa Linda en la administración y las fracturas que trajo consigo el poder. En ese terreno, el documental se vuelve universal, porque expone cómo la ambición puede sostener a una familia, pero también desgastarla hasta el límite.
Más allá de las polémicas judiciales y de los escándalos mediáticos que marcaron la carrera de McMahon —y que también tienen un espacio en la serie—, Vince McMahon: El titán de la WWE funciona como un relato sobre las paradojas humanas. Es la historia de un hombre que supo reinventar un deporte hasta convertirlo en espectáculo masivo, pero que también enfrentó las consecuencias de confundir su vida privada con un show sin descanso.
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Quienes piensen que la lucha libre no tiene nada que decirles encontrarán en esta miniserie una ventana inesperada: no se trata de ver si los golpes son falsos o si los combates están arreglados, sino de entender cómo un personaje construyó un imperio a partir de un mito. Y en ese proceso, dejó al descubierto que la verdadera pelea nunca fue en el ring, sino en los terrenos de la ambición, el poder y la identidad.
Vince McMahon: El titán de la WWE ya está disponible en Netflix y, al margen de ser fan o no de la WWE, merece ser vista porque muestra que detrás de la mayor función de lucha libre del mundo, hubo una historia más compleja y humana que cualquier guion escrito para Wrestlemania.