Poco a poco se van decantando los hechos luego de la muerte de Logan Roy y los personajes van adquiriendo nuevos rasgos de personalidad en este complejo escenario de poder. Así, frente a la enmarañada negociación de la venta de Waystar Royco, vemos a los hermanos Roy mover sus fichas y replantearse lo pactado. Dichos rasgos, como ha pasado a lo largo de toda la serie, responden a arquetipos dramáticos muy bien definidos y conocidos.
Ante la decisión de Kendall y Roman de no vender la empresa a Mattson, es decir, hacer lo opuesto a lo que Logan quería, los hermanos están matando su legado y por ende “matando al padre”. Esta idea no es nueva, por ejemplo en la filosofía existencialista, la idea de matar al padre se interpreta como una necesidad de liberarse de la influencia y el control de los padres y de crear una identidad propia. Para el filósofo Jean-Paul Sartre, la libertad individual es fundamental y la única forma de escapar de la opresión y la tiranía de los padres y la sociedad en general.
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Al reclamar su autonomía, lejos del fantasma del padre, Kendall está matando a Logan. Ahora que el padre no está, y su poder se resume a una simple noción simbólica, veremos a Kendall reclamar su lugar con violencia, pasando por encima de quien sea necesario. Según el existencialismo, los padres y la sociedad pueden imponer una serie de valores, creencias y expectativas sobre nosotros que pueden limitar nuestra libertad y nuestra capacidad de vivir una vida auténtica y plena.
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Matar al padre, es una forma de reclamar nuestra identidad frente al mundo. En ese sentido, podemos empatizar con Kendall, no obstante se mantendrá el ruido que nos genera el hecho de que para hacerlo pasará, evidentemente, por encima de sus propios hermanos. Este dilema ético, al que nos tiene acostumbrado Succession, será la regla dramática que definirá los capítulos que quedan. Habrá que ver, en esta pugna de poder, quiénes salen ilesos y quiénes no.