La octava temporada de ‘My Hero Academia’ alcanza un nuevo récord y confirma que los héroes también saben despedirse por todo lo alto.
Hay temporadas de anime que avanzan con la seguridad de una locomotora; otras parecen explosiones controladas, momentos donde todo confluye en una sola línea incandescente. Lo que está ocurriendo ahora mismo con My Hero Academia pertenece a esa segunda categoría: una combustión narrativa y visual que, tras casi una década de historia, está encontrando su forma definitiva. Su último episodio —el octavo de la temporada 8— no solo se convirtió en tendencia global: alcanzó una valoración de 9,9 sobre 10 en IMDb, convirtiéndose en el episodio de anime mejor puntuado de 2025. Una locura perfectamente orquestada por Studio Bones.
Que un anime alcance puntuaciones superiores a 9 ya es, de por sí, signo de solidez. Que toda una temporada sostenga ese nivel, episodio tras episodio, habla de una madurez estética pocas veces vista en una producción de largo aliento. My Hero Academia está cerrando sus ciclos, saldando deudas narrativas y llevando a sus personajes —especialmente a Izuku Midoriya— a un punto donde la épica ya no depende solo del enfrentamiento físico, sino del peso moral de cada decisión. Esto no es solo una batalla contra villanos: es una despedida a cámara lenta de un mundo que creció con sus fans.
Y, sin embargo, el fenómeno del capítulo 8 no se explica únicamente por la técnica impecable o la animación de lujo. Lo que se siente, lo que realmente late debajo, es la fuerza emocional de un anime que ha decidido irse con todo, sin guardarse nada. Studio Bones sabe que está cerrando una era. Y cuando un estudio decide despedirse con elegancia feroz, suceden estas cosas: planos que se nos quedan tatuados en la memoria, silencios que pesan más que cualquier explosión, y coreografías de batalla donde cada movimiento dice algo.
El episodio —ya convertido en referente del año— le arrebató el trono a gigantes como Takopi’s Original Sin (9,6), Solo Leveling (9,7) y el imbatible One Piece, que venía con un 9,8 en uno de sus mejores momentos recientes. Ver a My Hero Academia coronarse por encima de todos dice mucho del impacto emocional y técnico de esta fase final.
Lo fascinante es que todavía faltan episodios. Pocos, sí, pero suficientes para que Bones decida subir aún más la apuesta. La serie ha demostrado que no piensa despedirse como un shonen más, sino como un clásico que entendió su tiempo, escuchó a su audiencia y decidió devolverle la fidelidad con momentos que desbordan corazón.
Para Izuku Midoriya —ese chico que soñaba con ser héroe cuando ni siquiera tenía un poder propio—, este tramo final también es una declaración: el viaje valió la pena. Y para nosotros, esa audiencia que ha seguido su crecimiento entre derrotas, victorias, sacrificios y silencios, estos episodios se sienten como un regalo inesperado. El tipo de regalo que uno sabe que no se repetirá.
Si esta calidad se mantiene, lo que se aproxima no será solo un final. Será un estallido apoteósico. Un cierre a la altura de una década que marcó a una generación completa de fans del anime.