La intérprete de Eleven en Stranger Things vive un momento que parece escrito con la tinta de las transformaciones profundas: de esas que no solo cierran capítulos, sino que abren territorios nuevos y luminosos. A sus 21 años, la actriz británica atraviesa el final de la popular serie mientras inaugura su vida como madre. Lo hace del modo que más habla de ella: con humildad, discreción y una capacidad sorprendente para elegir a las personas que la sostienen.
Junto a Jake Bongiovi, su esposo e hijo del icónico Jon Bon Jovi, Millie dio la bienvenida a su primera hija a mediados de 2024 mediante adopción. Una noticia que el público recibió con ternura, pero que ella ha decidido resguardar con un celo absolutamente coherente con su edad y con la historia que está construyendo: la de una joven mujer que conoce bien los riesgos de crecer bajo reflectores y que quiere garantizarle a su hija algo distinto.
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En ese marco íntimo, Millie reveló un detalle que enterneció a los fans y dejó claro que la familia que uno encuentra puede ser tan contundente como la de sangre: Noah Schnapp es el padrino de su bebé. Noah —su amigo inseparable desde que ambos eran casi niños en el set de Stranger Things— fue la elección natural en una relación que ha sobrevivido al éxito, al vértigo y al paso a la adultez.
“Sadie es muy maternal, pero Noah es su padrino”, confesó Millie con una sonrisa a Entertainment Tonight. Hay algo casi cinematográfico en esa imagen: dos jóvenes actores que se acompañaron entre terror sobrenatural, jornadas larguísimas y una fama repentina, ahora inclinándose sobre una bebé con voces suaves, tiernas, como si el tiempo se plegara sobre sí mismo.
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Noah, por su parte, no ocultó la emoción. “Es la mayor alegría. Verla crecer, convertirse en madre… estoy muy orgulloso de ella”, dijo con esa sinceridad transparente que siempre lo caracterizó. Para él, Millie no es una excompañera de trabajo: es el corazón de una amistad que resistió todo, desde los miedos adolescentes hasta la construcción de identidades adultas. Cuando él decidió compartir públicamente su orientación sexual, Millie fue la primera en abrazarlo —sin ruido, sin espectáculo, con la contundencia del afecto genuino.
Ese es el núcleo real de esta noticia: no se trata solo de quién oficia un rol ceremonial, sino de cómo dos jóvenes que crecieron bajo presión aprendieron a protegerse mutuamente. Y esa lógica impregna la forma en que Millie y Jake han decidido criar a su hija.
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En entrevista con British Vogue, la actriz fue tajante al explicar por qué no revelará el nombre de la bebé. “Es muy importante protegerla y proteger su historia hasta que ella pueda decidir qué quiere compartir.” Lo dice sin dramatismos, con la claridad de alguien que conoce de cerca el peso de la exposición pública. Su responsabilidad, afirma, es custodiar ese pequeño universo familiar hasta que la niña tenga voz propia.
La postura de Millie es casi subversiva: elegir el silencio para darle espacio a lo que ama. Elegir a un padrino que representa años de complicidad. Elegir construir una familia donde la promesa no es la fama, sino la protección.