En 1978, Pablo Escobar adquirió una serie de predios en el municipio de Puerto Triunfo (Antioquia) que, unidos, conformarían lo que sería la celebérrima finca conocida como Hacienda Nápoles. El terreno abarcaba decenas de hectáreas y en su apogeo la propiedad contaba con mansión, lagos artificiales, pista de aterrizaje, helipuertos y un zoológico privado con más de mil animales exóticos.
Escobar importó de manera ilegal ejemplares como hipopótamos, jirafas, elefantes y cebras; según una investigación del diario Semana, para la década de los 80 la finca albergaba más de 1.200 animales exóticos. Estas excentricidades no sólo eran un capricho, también simbolizaban el poder del jefe del cartel de Medellín: la Hacienda Nápoles no era sólo una residencia, era un reino paralelo al Estado.
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De símbolo criminal a parque temático
Tras la muerte de Pablo Escobar en 1993, la Hacienda Nápoles fue sometida al régimen de extinción de dominio y pasó a manos del gobierno. Con los años, se emprendió su transformación: en 2007 se inauguró el Parque Temático Hacienda Nápoles como un espacio para el turismo familiar, con toboganes, replicas, zona de fauna y safari ligero. Hoy se estima que el parque recibe más de 500.000 visitantes al año.
El nuevo uso del lugar genera una tensión constante: ¿se trata de una reconversión educativa o de una exotización del pasado criminal? Algunas voces criticaron que el parque mantuviera elementos casi promocionales del narco-imperio, mientras que otras celebraron su reutilización como una forma de memoria activa.
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El legado invasor de los hipopótamos
Quizás el componente más simbólico —y controvertido— del legado de la Hacienda Nápoles sean los hipopótamos importados por Escobar en 1981: tres hembras y un macho que, tras su abandono, se reprodujeron sin control en la región del Magdalena Medio.
La población actual ronda los decenas o incluso más de cien individuos, lo que ha generado problemas ecológicos graves: estos animales, originarios de África, carecen de depredadores naturales allí y representan un riesgo para las comunidades ribereñas. Además, en 2023 un hipopótamo vinculado a la finca provocó un accidente vial cerca de Puerto Triunfo.
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Una locación que habla de narcoseries
Hoy día, muchas producciones televisivas y cinematográficas ambientadas en el narcotráfico usan la imagen de la Hacienda Nápoles —o su inspiración— como emblema de riqueza, violencia y decadencia. Las narcoseries la reinterpretan, pero también la perpetúan como un símbolo. Después del cambio de uso al parque, la hacienda sigue siendo escenario real o conceptual para rodajes, paseos turísticos y debates sobre el “narco-turismo”.
Desde series que retratan la caída del cartel hasta documentales que exploran el impacto socio-ambiental, la Hacienda Nápoles funciona como un espacio de memoria e imagen: sus lagos, animales exóticos, pista de aterrizaje abandonada y palacete de estilo colonial se han vuelto íconos visuales de la era del narcotráfico en Colombia.
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¿Reflexión o espectáculo?
Visitar la Hacienda Nápoles hoy es hacer turismo hacia un pasado complejo. Por un lado, hay chiringuitos, toboganes y selfies con hipopótamos; por otro, hay restos, víctimas anónimas y cuestiones sin resolución. ¿Puede un símbolo de opresión y crimen transformarse en un sitio de aprendizaje y reconciliación? ¿O terminará siendo sólo una atracción que alimenta la mitología del narco?
En cualquier caso, la Hacienda Nápoles permanece como un testigo silencioso del auge, caída y transformación de un país que no ha terminado de resolver su pasado. Las narcoseries encuentran allí no sólo escenario, sino metáfora: la opulencia más opresiva, convertida en parque; el ecosistema invadido; el recuerdo sin memoria plena. Y así, lo que fue la “locación más icónica de las narcoseries” se convierte también en una invitación a mirar —y repensar— lo que quedó detrás.