El universo de Los Simpson siempre ha vivido entre el absurdo y la genialidad, pero pocas preguntas habían generado tanta curiosidad como esta: ¿cómo ha logrado Homero conservar su trabajo durante más de 35 años, pese a provocar desastres, incendios, explosiones y caos absoluto en la planta nuclear? La respuesta llegó, al fin, en el episodio “Shoddy Heat”, el cuarto de la temporada 36.
La revelación no viene de Homero, sino de su padre, Abe Simpson, protagonista involuntario de un pacto que cambió el destino de la familia. A través de una serie de flashbacks ambientados en los años 80, el episodio muestra a un joven Abe trabajando como detective privado junto a su socio Billy O’Donnell. Ambos investigan un negocio turbio que involucra al Sr. Burns y a su entonces novia, Agnes Skinner, hasta que O’Donnell desaparece misteriosamente.
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Ante la amenaza de que Abe descubra demasiado, Burns —fiel a su estilo maquiavélico— le propone un trato: si deja la investigación, garantizará que su hijo Homero tenga un empleo asegurado de por vida en la planta nuclear. Abe acepta, sellando así un pacto silencioso que explica por qué, pese a todo, Homero jamás pierde su trabajo. Desde entonces, el destino laboral del protagonista quedó asegurado por un acuerdo tan oscuro como paternal.
El episodio no solo da respuesta a una incógnita de décadas, sino que añade una capa de humanidad al personaje del abuelo Simpson. Lo que antes era una broma recurrente se transforma en un gesto de sacrificio: Abe, con todos sus defectos, hizo lo que creyó mejor para proteger a su hijo. Cuando Homero descubre la verdad, lejos de reprocharle, se muestra conmovido, en una de las escenas más emotivas que la serie ha ofrecido en años.
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El guionista Al Jean, uno de los veteranos de Los Simpson, había adelantado el giro en redes sociales, prometiendo resolver un “misterio que ha desconcertado desde el inicio del programa”. Y cumplió. El resultado es un episodio que equilibra el humor característico de la serie con un toque de nostalgia y ternura.
A estas alturas, Los Simpson siguen demostrando que pueden reinventarse sin perder su esencia. Después de 36 temporadas, la historia detrás del empleo eterno de Homero no solo cierra un capítulo de curiosidad colectiva, sino que también nos recuerda por qué seguimos mirando Springfield: porque incluso en medio del disparate, siempre hay espacio para una pequeña dosis de corazón.