El RPG de mundo abierto de Game of Thrones tiene todo lo necesario para ser un gran juego, pero en este momento parece estar haciendo lo que más odiamos de los juegos
Santiago Díaz Benavides
Casi nadie conoce mi primer nombre, pero todos saben que tengo un homónimo español que escribe thriller. Me obsesionan las películas sobre el fin del mundo y tengo una particular debilidad por el cine de M. Night Shyamalan.

Con una ambientación impecable y el enorme atractivo del universo de Westeros, 'Game of Thrones: Kingsroad' podría ser un título soñado. Sin embargo, detrás de su promesa épica se esconde una fórmula conocida y temida por muchos jugadores.

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¿Por qué Game of Thrones, con todo su peso cultural y narrativo, no ha logrado aún un videojuego a la altura de su universo? Con Kingsroad, el nuevo título de mundo abierto desarrollado por Netmarble, parecía que por fin se estaba acercando a una experiencia que combinara la libertad de exploración de un RPG clásico con la riqueza geográfica, política y simbólica de Westeros. Pero tras sus primeras horas de juego, muchos jugadores y críticos especializados están llegando a una conclusión poco alentadora: el juego hace exactamente lo que más detestamos en los títulos actuales.

Alejandro Pascual, periodista del portal 3DJuegos, ha jugado más de 20 horas de Kingsroad en su versión de acceso anticipado y lo resume así: “Tiene el potencial de ser un gran juego para los fans de la saga, pero en lugar de apostar por una experiencia inmersiva, se decanta por el camino fácil de las microtransacciones tipo gacha”.

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Lo que hace especialmente dolorosa esta crítica es que Kingsroad realmente logra capturar muchos de los aspectos que un fan esperaría. Desde los paisajes detallados de Winterfell y Kingslanding, hasta la atmósfera densa y oscura que recuerda más a la serie de HBO que a los libros, el juego brilla en sus primeras impresiones. Pascual incluso admite que los diálogos —aunque no perfectos— consiguen emular con acierto el tono áspero y estratégico de la obra original. La libertad para recorrer el continente a caballo, entrar a castillos icónicos y descubrir rincones menos conocidos es uno de sus mayores aciertos.

Pero ese sueño se rompe cuando el jugador se topa con las mecánicas ocultas bajo la superficie. El sistema de combate, que a simple vista parece tradicional, pronto revela su verdadera naturaleza: no se trata de habilidad, sino de estadísticas. Y esas estadísticas, por supuesto, pueden mejorarse gastando RP y Momentum, dos recursos que escasean... a menos que se adquieran mediante microtransacciones.

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Lo peor del asunto es que el juego no muestra estas mecánicas desde el inicio. Está diseñado para enamorar primero y revelar sus cartas más adelante, cuando el jugador ya ha invertido tiempo y emociones. Pascual señala que hasta las misiones más triviales te recompensan con monedas virtuales, que se acumulan y dispersan en un ecosistema de más de diez tipos distintos de divisas internas. “Hasta leer el tutorial te da monedas”, comenta con sarcasmo.

Peor aún, aunque la descarga inicial fue gratuita en un comienzo, actualmente el acceso anticipado más económico cuesta más de 80.000 pesos colombianos, lo cual ha generado dudas sobre la estrategia comercial. ¿Por qué cobrar por la entrada a un juego que luego exige pagos constantes para avanzar cómodamente?

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El veredicto de Pascual es claro: Kingsroad no es para quienes buscan una experiencia narrativa profunda y progresiva como The Witcher 3 o Skyrim. Es un juego para fanáticos dispuestos a tolerar (o incluso abrazar) las mecánicas de gacha que dominan los juegos móviles. Para quienes disfrutan del universo de Westeros y pueden ignorar los sistemas de monetización, hay momentos memorables: recorrer los caminos con la música de la serie de fondo, descubrir un bastión perdido o sobrevivir una batalla contra dragones.

Sin embargo, para quienes esperaban que Game of Thrones por fin tuviera el videojuego que merece, Kingsroad es una promesa rota. Un RPG de mundo abierto que lo tiene todo para ser legendario, pero que elige ser, tristemente, otro campo de batalla por tu atención, tu tiempo… y tu billetera.

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