El estreno de la última temporada de Succession es uno de los sucesos televisivos del año. Y no solo porque sea la temporada final de una de las mejores series que se han hecho en los últimos tiempos, sino porque representa la conclusión de la historia de la familia Roy y la posibilidad de comprender realmente qué nos estuvo diciendo la serie todo este tiempo. Y, por lo que parece, desde el primer episodio lo están dejando claro.
En el inicio de esta temporada, vemos a los jóvenes Roy intentando crear una nueva compañía, pero cediendo una vez más a la necesidad de la confrontación directa con su padre. La imposibilidad de seguir adelante de Kendall, Siobhan y Roman solo se puede entender a partir de un rasgo típico del poder, y es la forma en que invade todos los escenarios de la vida.
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Ya lo había dicho el sociólogo francés Pierre Bourdieu al afirmar que las relaciones de poder definen las relaciones humanas a través de la acumulación de tipos de capital. Lo que pasa es que cuando lo vemos encarnado en las clases dominantes, parece tener un efecto diferente. Lo que atestiguamos en la manera en que los Roy trazan sus relaciones filiales a partir de su función como instrumentos de poder, y esto los deshumaniza por completo.
La escena final encierra todo el subtexto de la serie. Allí, Siobhan y Tom se acuestan en la cama y, con una fría certeza, caen en cuenta de que su matrimonio se acabó debido a que cada uno eligió un bando en dicha pugna de poder. Esa sencilla escena revela de forma contundente todo de lo que se trata la serie: el poder es fin y medio y nada más vale.